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Cristina Russo
•Un anatomopatólogo (interpretado por Pep Tosar) está realizando una autopsia en el cuerpo de una chica muerta en un accidente de tráfico. Pronto, el hombre será asaltado por instintos animales que lo llevarán a abusar sexualmente del cadáver, después de haber conservado trozos de sus órganos y haber tomado fotografías.
Película muy controvertida, "Aftermath" representa el segundo capítulo de la "Trilogía de la Muerte" así como el más extremo y perturbador de la serie. La película fue galardonada como mejor cortometraje en el Fanta Asia Film Festival de 1997. Se trata en efecto de una obra excelente bajo todos los aspectos, verdadera piedra angular del cine de terror underground. La muerte es esta vez puesta en escena a través de un macabro espectáculo de necrofilia donde los cuerpos inermes se convierten en objeto de perversión sádica. El sugerente y majestuoso "Lacrimosa" de Mozart nos introduce a una historia enferma y chocante que comienza con la trágica muerte de una chica. El hombre, máquina biológica perfecta y complicada, se transforma en un inútil recipiente de vísceras, violado en el cuerpo y el alma por uno de sus semejantes que obtiene placer sexual a través de la profanación de los muertos.
Las tomas, realizadas en una verdadera morgue, confieren a la película un corte casi documental y, aunque los cadáveres parecen reales y las escenas de autopsia realistas, lo que vemos es enteramente una ficción cinematográfica. Excelentes son los efectos especiales, cuidados con minuciosidad y enmarcados meticulosamente por el ojo de la cámara.
La total ausencia de diálogos hace difícil la actuación de Pep Tosar (actor fetiche de Cerdà) quien, con solo la gestualidad y la mímica facial, logra expresar a la perfección lo que probablemente las palabras no habrían podido expresar. Loco y de mentalidad desviada, el médico abusa físicamente del cadáver de la joven, de quien solo conocemos el nombre: ¿qué queda de un cuerpo privado de vida, tendido en una fría camilla, sino un nombre?
Técnicamente impecable, la película goza de una dirección refinada y elegante y de una fotografía impecable, donde el rojo de la sangre destaca entre los fríos colores de la morgue. Extremadamente perturbadoras son las escenas que representan probablemente las reales fases de una autopsia: causa cierto efecto ver un cuerpo desmembrado y cosido al azar y sin ninguna precaución, con el cerebro insertado en las entrañas y un paño sustituyéndolo en la caja craneal. Aquella masa estéril de carne, horrible y compasiva visión para cualquier persona cuerda, es brutalmente sometida convirtiéndose en fuente de placer carnal para el protagonista que impone con brutalidad inhumana su ser vivo. No hay espacio para los sentimientos: la piedad, el respeto, todo parece desvanecerse en el mismo momento en que el corazón deja de latir.
Cínico y burlón el final, un verdadero puñetazo en el estómago.
En conclusión, estamos ante una obra de altísimo nivel, no un simple splatter sino una película que mezcla sabiamente drama, tragedia, locura y morbosidad: una inquietante y triste representación de la muerte física y de la muerte espiritual inevitable.