EB
Emiliano Bertocchi
•Clay es el único heredero del imperio financiero dejado por su padre. Está comprometido con Samantha, secretaria de su madre, y los dos parecen dispuestos a casarse. Clay sufre de un grave problema cardíaco y necesita una operación. Después de su matrimonio con Samantha, Clay es hospitalizado: un corazón está disponible para el trasplante que necesita. En la sala de operaciones, Clay es anestesiado; unos minutos después, se da cuenta de que mientras su cuerpo está inmóvil, su mente sigue consciente, así como su percepción del dolor. Mientras tanto, la operación comienza... Después de una primera parte en la que se presentan los personajes y se delinean sus relaciones, la película de Joby Harold se transforma por completo. Desde el momento en que Clay entra en la sala de operaciones y es sometido a anestesia, la película toma un giro visionario que el director no logra manejar adecuadamente, terminando por perderse en una dimensión cinematográfica grotesca y confusa. El director parte de una idea narrativa muy interesante: existen casos en los que la mezcla de medicamentos utilizados para la anestesia no tiene el efecto debido; el cuerpo se inmoviliza pero el paciente permanece consciente. Centrada en esta idea, la historia luego se divide en tres actos. El primero es de presentación, el segundo se refiere a la experiencia de la "anestesia consciente" y el tercero reorganiza los dos primeros en una estructura de thriller, reinterpreta los datos anteriores desde una nueva perspectiva que hará ver tanto la historia narrada hasta este momento, como los personajes, desde otro punto de vista. El problema es que la parte central se desmorona en su propia ambición de ser un flujo continuo de pensamientos del protagonista. Para mostrar la experiencia de la anestesia consciente, el director utiliza varios instrumentos cinematográficos: la voz en off del protagonista, que invade la pantalla con una serie de expresiones que (¿por el doblaje italiano?) se vuelven involuntariamente irónicas, y el montaje alterno de los recuerdos del protagonista, breves flashes de su novia, de su madre, de la muerte de su padre, en una especie de autohipnosis que debería llevarlo lejos del dolor que está sintiendo durante la operación pero que en realidad crea una confusión visual que no logra transformarse, como se decía, en un flujo de conciencia. En el cine, una de las cosas más difíciles es transformar en imágenes lo que en la literatura se llama el "yo narrador". Es una operación compleja y requiere una extrema habilidad cinematográfica para no reducirlo todo a una voz en off o over (la de un narrador, por lo general) que nos cuente los eventos de la historia. Los elementos de terror solo se encuentran en breves inserciones de imágenes anatómicas que se vislumbran durante la operación, para hacer partícipe al espectador del dolor sufrido por el protagonista. La forzadura de la trama, el giro final de los roles, los inevitables giros de trama que sirven para crear ese mínimo de tensión narrativa que lleve la película a su conclusión no son suficientes para darle solidez a una película siempre al borde de derrumbarse sobre sí misma. Y de hecho, la película se escapa del control del director, se disuelve en sus ambiciones y termina con soluciones narrativas simples y bonitas. El miedo queda bajo la piel. Sin lograr conmover los nervios y la mente. En una anestesia de los sentidos y del pensamiento que al menos en este caso parece realmente funcionar.