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Roberto Giacomelli
•En las aguas frente a la costa californiana, el gobierno ha encargado a un equipo de científicos crear una raza de tiburones genéticamente modificados para combatir el terrorismo ruso por vía marítima. El proyecto se llama "Blue Demon" y consiste en adiestrar y controlar a los tiburones, hechos más inteligentes y más agresivos, para identificar y desactivar explosivos en las aguas del mar. Pero no todo sale según lo planeado y seis tiburones, aún no listos para entrar en acción, escapan del centro de investigación y siembran el terror entre los bañistas.
Se asegura al amable lector que la trama descrita anteriormente no es el fruto de un exceso irónico del crítico, sino que algún loco, en los suburbios de las producciones de serie B estadounidenses, ha tenido realmente el valor de financiar una película similar. "Blue Demon" ¡existe! Es uno de los muchos productos que se compran, insertan por casualidad, quizás a precios de ganga, en el stock de las distribuidoras locales y luego se tiran anónimamente al mercado saturado del vídeo doméstico.
Ya la idea de hacer una película con tiburones modificados genéticamente es de una desolación única; un tema visto y revisto tantas veces desde que Spielberg nos regaló esa gran película que es "Tiburón", que el espectador conoce ahora a la perfección cada paso y cada desarrollo posible que este tipo de películas pueden tomar. Si luego añadimos una variante a la historia que no está lejos de una broma en celuloide, entonces tenemos un cuadro completo de por qué esta película debe evitarse absolutamente.
Pero cómo puede unirse una película de bestias del género acuático con el miedo contemporáneo al terrorismo sin caer en el ridículo más absoluto? Probablemente no se puede y esta película es la demostración. Tiburones adiestrados para desactivar bombas? Probablemente se trata de la idea más estúpida que ha aparecido en una película seria. Luego la película está llena de idioteces: un equipo de científicos gubernamentales compuesto por tres personas y media (uno de ellos es un enano) que más que otra cosa parecen el equipo de redacción de "Mad magazine"; un oficial del ejército (interpretado por Jeff Fahey, vieja gloria de los B-movies de los 90), con un cigarro permanente en la boca, caracterizado como una parodia del clásico oficial decorado de una sola pieza. Para concluir, se puede notar una realización en CGI de los tiburones entre las más falsas y aficionadas que han aparecido en una película, cosas que si se realizan con un software comprado en oferta por pocos euros, se tendrían mejores resultados.
Naturalmente, a la absurda y imposible trama y a los desastrosos efectos especiales, se añaden una dirección insulsa (obra de Daniel Grodnik), un reparto de sitcom televisiva y ni siquiera una secuencia de suspense.
Para ver únicamente para los cultores del trash y para los masoquistas del audiovisual.