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Giuliano Giacomelli
•Rebecca y Tommy son dos niños de nueve años. Un día se conocen en la orilla del mar y surge entre ellos una particular conexión que no tarda en convertirse en una tierna y dulce historia de amor infantil. Pasan juntos días enteros, pero pronto esta rutina será interrumpida debido a la partida de la pequeña Rebecca hacia Japón para reunirse con su madre. Después de doce larguísimos años, una vez finalizados sus estudios, Rebecca regresa de Japón y su primer pensamiento es el de ir a visitar a Tommy. Se reencuentran y, a pesar de los años transcurridos, parece que nada ha cambiado entre ellos; cualquier sentimiento y atracción parece haber permanecido inalterado, incluso, acentuado. Pero una vez más, su pasión tendrá corta duración porque Tommy es asesinado por un conductor imprudente en un violento accidente automovilístico. Desgarrada por el dolor, Rebecca se dirige al Departamento de Clonación Genética para que le implanten en su vientre el clon de Tommy con la idea de criarlo como un hijo y tenerlo siempre cerca. Los años pasan rápidamente y Tommy, hijo de Rebecca, está ahora cerca de la edad adulta cuando comienza a notar algo controvertido en su relación con su madre.
« ¡Te esperaré todo el tiempo que sea necesario! » dice una nota escrita por el pequeño Tommy, y luego guardada en una caja de cerillas, justo después de enterarse de la partida de Rebecca hacia Japón. La misma nota está destinada a ser encontrada y leída por Rebecca, doce años después, tras la pérdida definitiva de su amado Tommy. Un antiguo dicho afirma que no existe remedio contra la muerte, y es precisamente esto lo que lleva a Rebecca a la desesperación después del triste evento que ha hecho vana esa larga espera destinada exclusivamente a esperar el día en que le sería posible reencontrarse con su amado o, como diría Platón, con su media naranja dispersa. Pero, ¿es realmente cierto que no existe remedio contra la muerte? Quizás en el pasado sí, pero la (fanta)ciencia ha comenzado a dictar nuevas reglas de modo que dar y quitar la vida ya no es un privilegio exclusivo de « aquel que todo mueve por el universo penetra, y resplandece en una parte más o menos en otra parte ». La muerte no podrá ser vencida todavía, pero seguramente podrá ser combatida y obstaculizada. Rebecca lo sabe muy bien y en el momento en que decide ponerse en contacto con el Departamento de Clonación Genética, es plenamente consciente de que podrá recuperar a su Tommy (« suyo » ahora más que antes), la única cosa que se necesita es un poco de paciencia para que Tommy crezca y recupere la edad perdida. De nuevo, entonces, un « ¡Te esperaré todo el tiempo que sea necesario! » que ya no es una nota encerrada en una caja de cerillas, sino un pensamiento vivo, a veces inmoral, de una mujer dispuesta a todo con tal de recuperar lo que el destino le ha arrebatado de manera burlona.
La espera es indudablemente la clave de lectura de « Womb » que asume los rasgos de una apuesta contra el tiempo pero sin ninguna prisa. Todo está enfocado hacia ese instante, inevitable y único, en el que Rebecca puede finalmente obtener lo que ha deseado durante años sin nunca lograrlo debido a un destino adverso. No tiene ninguna importancia juzgar cuánta inmoralidad hay en la decisión de Rebecca de querer criar en su vientre al padre de su hijo, lo que importa es el restablecimiento y la consecución de ese único ideal que ha sabido dar sentido a toda la existencia de Rebecca y que surgió, por casualidad o destino, en ese día en la orilla del mar cuando conoció por primera vez al pequeño Tommy.
En « Womb », todo contribuye a alimentar y resaltar el tedioso sentido de espera, en particular las sugerentes locaciones elegidas para servir de fondo al drama: paisajes desérticos bañados por el mar y dominados por un cielo constantemente plomizo que hace que todos los días sean iguales, todos marcados por un silencio a menudo ensordecedor en el que el único « ruido » es el incesante romper de las olas que se estrellan todas de la misma manera en la playa. El tiempo pasa y la acción se desarrolla a lo largo de muchos años, pero todo nos parece estático y nada parece estar sujeto al cambio excepto Tommy, hijo de Rebecca. La sensación es la de ver un drama ambientado en un no-lugar, una especie de limbo, donde el tiempo parece haberse detenido y listo para reiniciarse solo en el momento en que se restablezca la situación inicial: Tommy adulto. En este sentido, no molesta en absoluto ver a Rebecca, interpretada por una magnífica y talentosa Eva Green, no envejecer en absoluto a pesar del paso de muchos años porque « Womb » es una película conceptual antes que narrativa.
La dirección del húngaro Benedek Fliegauf es muy seca, esencial y propensa a acentuar la estaticidad de la situación. Se basa en un montaje reducido al mínimo que tiende a privilegiar, en la mejor tradición europea, planos largos confiados a encuadres igualmente largos. Magistral es el uso del silencio como herramienta comunicativa que da una particular intensidad a cada mirada, a cada gesto. Porque « Womb » es un drama de ciencia ficción, pero antes que nada, es una película romántica y como tal emociona más que muchas películas sentimentales que han dejado huella en la historia del cine (el reencuentro a veces incómodo entre Rebecca y Tommy después de doce años, el juego en la playa entre Rebecca y su hijo Tommy de nueve años, son momentos que logran indudablemente tocar cuerdas sensibles en el espectador).
Una película romántica, de fondo dramático, que logra generar una alegre fusión entre temas clásicos queridos por cierto tipo de ciencia ficción (la clonación), conceptos filosóficos y religiosos relacionados con el tema de la reencarnación como instrumento en devenir y hasta conceptos heredados directamente de la mitología griega.
Una película fascinante como pocas, emocionante y conmovedora al mismo tiempo y capaz de rozar la obra maestra si solo hubiera terminado un par de minutos antes. De cualquier manera, imperdible.