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Emiliano Ranzani
•En el desierto de Namibia deambula un misterioso autoestopista que mata a cualquiera que le dé un paseo; en realidad, se trata de un antiguo demonio que recolecta las almas de los desesperados para consolidar su poder. Un policía negro con un pasado atormentado se pone tras su pista... Segunda obra de Richard Stanley, esta vez dotada de un presupuesto más elevado que "Hardware", su película de debut. La primera cosa que se nota en esta película es el talento visionario seguro y personal del director, respaldado por las evocadoras músicas de Simon Boswell que recuerdan (y el efecto no es involuntario) las bandas sonoras de las películas de Sergio Leone. Con influencias evidentes de Argento y Tarkovski y con un tema muy similar a "The Hitcher" de Harmon (a pesar de que esta película sea claramente superior), Stanley nos cuenta una historia épica, inquietante y oscura - a pesar de que se desarrolle casi siempre bajo el sol - al mismo tiempo. Para apreciar plenamente la obra es necesario conseguir la versión Final Cut muy rara que presenta el montaje querido por el director mismo (la versión que circula normalmente corta unos treinta minutos de película). Entre los intérpretes se destaca Zakes Mokae (el Francois Duvalier de "La serpiente y el arco iris" de Craven) en el papel del policía Ben Mukorob y Robert Burke (futuro Robocop en el tercer capítulo de la serie) absolutamente fantástico en el papel del demonio de mirada de hielo.