RG
Roberto Giacomelli
•Sarah está buscando a su hermana Jenny, desaparecida sin dejar rastro durante un viaje. Siguiendo los pasos de la chica, Sarah llega a un motel, el último lugar visitado por Jenny antes de que se perdiera su rastro, y decide alojarse allí. Pero un individuo misterioso con un impermeable y una máscara antigás en el rostro deambula por las habitaciones del edificio segando víctimas.
En estos últimos años, la península escandinava nos está mimando con una serie de películas de género absolutamente de gran calidad que parecen dar nueva vida a un panorama a menudo monopolizado por remakes e ideas recicladas. Pero no todo lo que proviene del norte de Europa se llama "Déjame entrar" o "Sauna", sino que también está el "Insane" de turno que llega a equilibrar las partes, entre lo bueno y lo malo que naturalmente se alternan en cada sector.
A catorce años de su primera película, el splatter metacinematográfico "Evil Ed", el director Anders Jacobsson vuelve detrás de la cámara acompañado por el debutante Tomas Sandquist para dar vida a esta película de poco valor titulada "Insane".
Tenemos ante nosotros una obra de bajo presupuesto que se nota un poco por todos los aspectos, pero el problema fundamental reside más bien en la escasez de ideas que está en la base de este trabajo. Querido Jacobsson, si vuelves a dirigir una película después de casi tres lustros y, seguramente, no sin dificultades productivas, uno esperaría que al menos tengas entre las manos una historia que realmente valga la pena contar. Y en cambio, ¿qué nos encontramos? Un clon de "Psycho" estructurado como un slasher americano, con un asesino enmascarado y víctimas voluptuosas y medio desnudas que huyen gritando por los pasillos. ¿Eso es todo? Sí, eso es todo, con buena paz de la larga espera.
Y lo que más asombra es que para escribir el guion de "Insane" se necesitaron cinco personas. No dos o tres, que ya son muchos, sino CINCO, un poco como se hace con nuestras comedias navideñas... y por experiencia nacional, sabemos que toda esta multitud para firmar un guión no es sinónimo de éxito cualitativo. Practicante Jacobsson y Sandquist no hacen más que seguir de manera bastante meticulosa la estructura narrativa del mencionado clásico de Hitchcock: se comienza con una protagonista que llega a un motel vacío y aislado y que después de unos veinte minutos descubrimos que no es la verdadera protagonista porque alguien, cuya identidad está bien escondida pero que todos hemos reconocido de inmediato, la mata. Entonces entra en escena la verdadera protagonista, la hermana de la primera, acompañada/alcanzada por el novio (que aquí es un matón de color con la expresividad de una manzana reineta), que investigando se aloja precisamente en el motel donde desapareció la víctima. Pero no termina aquí, porque también hay un investigador tras la pista de la desaparición. ¿Deja vu?
Sin embargo, la reinterpretación de "Psycho" sigue esta vez el ritmo y el desarrollo simplista de la película slasher, con todos los atributos del género, desde el aspecto del asesino hasta sus armas (blancas), desde la vocación por la acción hasta las concesiones al gore extremo. El asesino lleva una máscara antigás para ocultar su identidad y un largo impermeable negro, usa cuchillos y ganchos, se mueve y actúa como el asesino de "Scream" y en una ocasión se divierte también torturando a una víctima, solo para guiñar un ojo a la moda del momento que se llama torture porn.
Por lo tanto, realmente no hay nada que valga la pena destacar en una obra conceptualmente vieja y cansada como esta, excepto cierto mérito que debe reconocerse a la dirección, en más de una ocasión valorizada por algunos movimientos de cámara agradables que recuerdan un poco a Kubrick.
Adecuado solo para los nostálgicos de Norman Bates y los slasherófilos en fase terminal.
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