VD
Vincenzo de Divitiis
•Un hombre regresa a casa, estaciona el coche y entra en la cocina para preparar la cena a una mujer llamada Eve, a quien mantiene secuestrada en un sótano oscuro y insalubre. Cuando le ofrece el plato, no todo sale como estaba previsto y la joven lo golpea con un ladrillo, aturdiéndolo y logrando así liberarse. Armada con una pistola sustraída a su captor, la mujer decide no abandonar la casa aislada y huir lo más lejos posible, sino secuestrar al hombre y obligarle a liberar una a una a las chicas inmortalizadas en algunas fotos presentes en el apartamento y que parecen haber sufrido el mismo destino. Los dos comienzan así un largo recorrido por etapas que, además de permitir encontrar a las diferentes víctimas de este horrible juego, hará emerger una verdad escalofriante que concierne al pasado de Eve y a una persona muy cercana a ella.
"Del Sur de América con furia" o sería mejor decir "con horror": con este eslogan —tomado del título de la famosa película con Bruce Lee— se podría describir la nueva ola procedente de Latinoamérica que ha invadido la escena del terror de los últimos años enriqueciéndola con productos de buena calidad y una carga innovadora discreta, basta pensar en nombres como el colombiano Andrés Baiz ("La verdad oculta"), el argentino Andrés Muschietti ("Mama") y el uruguayo Fede Alvarez ("La casa").
Una nueva generación de directores que, a pesar de su ubicación geográfica, ha tenido el gran mérito de no fosilizarse en el modelo del cine de terror estadounidense para dejarse contaminar por las tendencias y los estilos provenientes de Europa y Oriente; ejemplos significativos son Alvarez y Muschietti cuyos arquetipos de referencia son respectivamente la violencia desproporcionada y llevada al exceso de cierto cine de terror francés de los años dos mil y las ghost stories de estilo japonés con maquillaje de los espectros similar al visto en "The Ring" y derivados. Características que no pueden atribuirse a José Manuel Craviotto que con "Reversal – La fuga es solo el principio", segundo trabajo después del acción criminal "El Más Buscado", firma una obra fuertemente emparentada con los productos contemporáneos made in USA y poco propensa a aportar alguna novedad al género. El resultado es un thriller psicológico, o al menos eso es lo que se pretendía, que no desdeña algunas incursiones esporádicas y contenidas en el splatter y algunas dinámicas de acción cinematográfica, de valor modesto debido a un guión tartamudo que no permite que la película asuma un hilo lógico bien definido.
Desde la lectura de la trama y el título, el espectador sabe perfectamente que se encuentra ante un clásico B-movie en el que el secuestro ya no funciona como punto de partida, sino como mecanismo de inicio de una historia totalmente centrada en el deseo de venganza de la protagonista hacia su captor.
Nada nuevo bajo el sol, pero durante largos tramos el montaje puesto en pie por Cravioto aguanta y cumple plenamente su función gracias también a un ritmo frenético, la dosis justa de acción y sangre en los momentos adecuados y una gestión de la tensión que acompaña al espectador a medida que la historia entra en sus momentos cumbre. Todo transcurre a la perfección hasta el momento en que entra en juego la segunda trama de la película, la paralela a la primera y centrada en el pasado de la protagonista, que deja al descubierto evidentes agujeros en el guión y se cuenta solo a través de imágenes en found footage que deberían describir la vida de Eve antes del trágico percance y evocar un giro final que resulta telefónico e innecesario por la forma en que se inserta en la trama. Un enorme defecto que, además de evidenciar una voluntad de excederse por parte de Cravioto, no permite conferir profundidad a los personajes y crear, en consecuencia, una empatía entre estos últimos y el espectador.
La misma voluntad de excederse se percibe también en el enfoque estilístico del autor mexicano. A primera vista, en efecto, la película goza de una dirección limpia, avalada por un uso de planos torcidos, destinados a subrayar la agitación de los momentos de tensión, y una fotografía que alterna tonos oscuros y colores más vivos presentes en los ambientes interiores y eficaz para dar cuerpo a un clima de tensión constante.
También aquí, sin embargo, la búsqueda obsesiva del virtuosismo a toda costa juega una mala pasada y esto se materializa con un uso recurrente, inútil y molesto de imágenes a cámara lenta y saltos temporales en la narración que no hacen más que confundir al espectador sin dejarle modo de entender el desarrollo efectivo de una trama bastante confusa.
El reparto ve como protagonistas absolutos de la escena Tina Ivlev y Richard Tyson, ambos muy buenos pero perjudicados por la caracterización de dos personajes planos y carentes de profundidad psicológica. En resumen, la idea base es buena pero, en definitiva, el trabajo de Cravioto resulta pretencioso y mejorable en muchos aspectos.