GG
Giuliano Giacomelli
•¿Sabías que los tiburones nunca mueren por enfermedad y que no hay ningún caso documentado de células cancerosas en estos peces? Y además, ¿sabías que los tiburones tienen un ciclo vital muy duradero capaz de superar ampliamente los cien años? Esto lo sabe muy bien el Dr. Preston King, quien, después de instalar un laboratorio de investigación experimental en la isla Desconocida al oeste del Pacífico, lleva a cabo una serie de experimentos genéticos con el fin de unir el ADN humano con el de los tiburones para poder combatir cualquier enfermedad hasta ahora incurable. Pero el Dr. King tiene intenciones mucho más elevadas: su objetivo principal es lograr crear una nueva super-razza de criaturas inmortales, mitad hombres y mitad peces, y dar vida a la segunda Atlántida.
Nada nuevo en la olla...
Ya, este es seguramente el primer pensamiento que invadirá la mente del espectador después de ver la película en cuestión. "Sharkman – Una nueva raza de depredadores", de hecho, no es otra que la última película sobre animales enfurecidos a raíz de manipulaciones genéticas, o más bien, la última película para clasificar en el subgénero del baest movie, un subgénero tan abusado y explotado que ya no logra despertar el interés del espectador. Pero, quizás consciente de la saturación de este microgénero, "Sharkman" decide adoptar un enfoque más innovador del género y, en lugar de presentar el tiburón habitual y ahora sórdido, nos ofrece una criatura repugnante mitad hombre y mitad pez, más cercana al monstruo de Frankenstein que al tiburón de Spielberg. Pero lo que podía parecer al principio una idea original y ganadora no tarda en perder color, por lo que la película, en resumen,
resulta ser el mismo beast movie pobre en ideas y carente de una verdadera razón para ser recordada.
La historia, que comienza de la manera más clásica y citofonada, no tarda en caer en todos los clichés más banales del género, presentando personajes y situaciones vistos y revistos que no ofrecen nada nuevo al espectador: por un lado, tenemos el equipo habitual de "cerebros", esta vez miembros de una gran cadena farmacéutica, entre los cuales se destaca el "habitual" héroe destinado a salvar a la bella doctora de turno y el excéntrico millonario cansado de financiar las investigaciones científicas; por otro lado, podemos encontrar al loco mad doctor, listo para dar su vida con tal de revolucionar el panorama científico, constantemente apoyado por el habitual ayudante jorobado.
Los lugares comunes, como pueden ver, están todos presentes.
Pero lo que comenzó como una historia clásica, con el paso de los minutos, no tarda en presentar una serie de ideas "originales", o más bien, ideas supuestamente originales que, en su innovación, no hacen más que robar aquí y allá de viejos cultos del pasado como "La isla del doctor Monroe" y "La isla de los hombres pez".
Pero no es solo la historia la que deja con la boca seca, porque incluso si nos aventuramos en el departamento técnico, podemos notar que las cosas no mejoran en absoluto. La dirección de Michael
Oblowitz, al igual que la fotografía, no tarda en mostrar su naturaleza televisiva, demostrando ser plana e incapaz de coreografiar al mejor las abundantes (¿demasiadas?) escenas de acción que se suceden a lo largo de toda la película. En cuanto al reparto, sin embargo, podemos quedar en parte satisfechos porque, entre una multitud de rostros anónimos y televisivos, podemos notar el rostro de Jeffrey Combs que, como obsesionado con su personaje culto de Herbert West de "Re-Animator", vuelve a vestir excelentemente los trajes del loco doctor interpretando al Dr. King; además de Combs, podemos reconocer el rostro de William Forsythe ("La casa del diablo", "Halloween – the beginning") que interpreta muy simpáticamente al héroe de turno (un papel que ciertamente poco le sienta) que, en camiseta y sudoroso desde el principio hasta el final, querría imitar a John McClane resultando, sin embargo, solo un héroe más gordo y torpe de lo normal.
Así, parece casi una verdadera derrota, como si este "Sharkman" fuera un producto ínfimo que hay que evitar como la peste, pero en definitiva no es así. Los defectos, como se ha expuesto, son abundantes y superan en número los pocos méritos que, sin embargo, existen. De hecho, nos encontramos con un b-movie televisivo y de grano grueso anónimo, pero el b-movie en cuestión es una película dotada, sin embargo, de un ritmo cautivador capaz de entretener al espectador durante toda la duración de la película e incluso de divertirlo sin demasiada dificultad.
Para estimular aún más el aspecto festivo de quien está viendo la película, están los buenos efectos de maquillaje utilizados para la realización del monstruo (que van desde los eficaces trajes de goma de estilo antiguo hasta los modernos pero mediocres efectos en CGI) y las abundantes secuencias splatter inusuales en una película para la televisión como "Sharkman".
En resumen, no será ciertamente una bella película, pero gracias a un buen ritmo y una gran ingenuidad de fondo capaz de recordar algunos simpáticos b-movies de los años 80, "Sharkman – Una nueva raza de depredadores" en resumen se revela ser un honesto filmito suficientemente agradable. No cierto impedible, sino que si te lo encuentras...