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Roberto Giacomelli
•Julian vive en Bangkok y junto a su hermano mayor Billy gestiona un gimnasio que sirve de tapadera para un tráfico de drogas que su madre gestiona desde Estados Unidos. Una noche, después del trabajo, Billy se dirige a un burdel con la intención de tener relaciones con una niña, pero un arrebato de locura lo lleva a violar y matar a la designada. La policía llega al lugar tras las denuncias de gritos y el jefe Chang encuentra un espectáculo macabro, con el padre de la niña asesinada lleno de ira. Chang deja al hombre la elección de hacer con Billy lo que quiera y los abandona solos en la habitación del asesinato, donde obviamente el hombre que ha perdido a su hija se ensaña con el asesino reventándole el cráneo. La madre de Billy llega de Estados Unidos por la muerte de su hijo, pero al mismo tiempo está decidida a hacer justicia, por lo que le pide a Julian que encuentre y mate a los responsables de la muerte de su hermano, solo que Julian no está particularmente dispuesto a mancharse las manos de sangre.
En competición en la edición 2013 del Festival de Cine de Cannes, Nicholas Winding Refn nos transporta a otra de sus visiones muy personales del Infierno. Como en el pasado, la violencia desborda cada imagen y el protagonista de turno está llamado a recorrer un camino lleno de peligros con el objetivo de encontrar una dimensión que pueda poner un poco de orden en su mundo interior decididamente desordenado. Y tras el gran éxito internacional de "Drive", Refn renueva su colaboración con el actor Ryan Gosling que vuelve aquí para interpretar a este protagonista atormentado y silencioso que debe atravesar los proverbiales círculos infernales para encontrarse a sí mismo. El Julian de "Sólo Dios perdona", por tanto, es muy similar a One Eye de "Valhalla Rising" y se parece, al fin y al cabo, también a Michael Peterson de "Bronson" sin ese toque de locura que lo distinguía, pero con la adición de un poco de romanticismo, se parecería también al protagonista de "Drive", para confirmar que el universo refniano tiene puntos comunes sólidos que vuelven de película en película. Caracteres, reacciones y tipos que encontramos en sus personajes y que en "Sólo Dios perdona" se catalizan y dividen entre las dos partes de la misma moneda que son Julian y Chang, el jefe de la policía de Bangkok que a menudo y voluntariamente se convierte en el verdadero personaje principal de la película.
La extrema simplicidad del tema de "Sólo Dios perdona" choca con la complejidad del guión. Lo que al leer el sinopsis parece una simple película de venganza - que de hecho lo es - se convierte poco a poco en un elaborado fresco de las vías que conducen a la autoafirmación de su ser. En los 90 minutos de duración, el protagonista de la película debe cuestionarse continuamente a sí mismo, su ética, sus convicciones y sus afectos.
Julian no es lo que su familia y la sociedad en la que vive quieren hacerle parecer, él lo sabe en el fondo, pero no sabe cómo demostrárselo a los demás y a sí mismo y por eso está obligado a sufrir continuamente las consecuencias nefastas de las acciones de los demás, impulsado a reaccionar como los demás quieren que reaccione. La amputación de las extremidades que el personaje sueña, quizás desea, probablemente sufre, es precisamente este deseo de separar de sí mismo la acción, la acción entendida como actuar, hacer cosas que no querría hacer, esos miembros que son símbolo y vehículo de la violencia masculina. Y la intuición de Refn, que también escribe el guión, es sobre todo la de hacer emerger los rasgos de su personaje a través de los secundarios. Al fin y al cabo, Julian hace poco, parece continuamente a merced de los acontecimientos y nosotros percibimos su personalidad a través de quienes lo rodean, empezando por su madre, magníficamente interpretada por una Kristin Scott Thomas increíblemente bella y sexy. Mujer terrible y autoritaria, madre cariñosa con un sospechoso incesto que Refn no profundiza, probablemente el personaje más fascinante y tópico, no solo de esta película. Luego está Chang, interpretado por el monolítico Vithaya Pansringarm, este representante anómalo de la ley con modales que trascienden su profesión, de hacer ambiguo y casi mecánico, una especie de jefe local de quien solo trasciende humanidad en su relación con su hijita.
Un universo de caracteres diferentes y complementarios que es la joya de la corona de una película que queda imborrable después de la visión, a la que debemos añadir el extremo reconocimiento técnico/estético de la mano de Refn. Ritmo dilatado y casi hipnótico marcado por lentos carruajes, largos pasillos, interiores lúgubres pintados por colores opresivos que tienden al rojo y al negro, música utilizada muy bien para subrayar momentos culminantes y acompañar escenas ordinarias. Un extremo reconocimiento del estilo de este buen director que se está imponiendo al interés de la crítica y del público cada vez más prepotentemente.
Al final, la única cosa que no convence es la escritura del final, una conclusión sin duda pertinente con las intenciones de la película pero que llega demasiado de repente, sorteando un clímax que ciertamente no habría perjudicado.
Una gran película "Sólo Dios perdona", imperfecta pero fascinante, capaz de provocar una extraña sensación de claustrofobia y malestar; violentísima con puntas de sadismo decididamente extremas (la tortura con los alfileres) que desembocan tranquilamente también en el splatter.
Seguramente no para todos, pero absolutamente para ver.
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