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Cristina Russo
•Los agentes del FBI, tras años de intensas investigaciones, rastrean la dirección de un brutal asesino en serie al que llevan mucho tiempo persiguiendo, pero al llegar a la vivienda de Poughkeepsie solo encontrarán una gran cantidad de cintas de vídeo. Los videos, grabados por el propio asesino, serán visionados y estudiados atentamente para trazar el perfil psicológico del hombre.
Esta poco conocida película data de 2007 y está dirigida por el autor de "Cuarentena" (2008), "Devil" (2010) y del reciente "Necrópolis - La ciudad de los muertos" (2014). John Erick Dowdle parece estar particularmente apegado al found footage, experimentándolo por primera vez y con buenos resultados en "Poughkeepsie Tapes". Aunque construida sobre los clichés típicos del género, la película en cuestión presenta elementos de innovación bien desarrollados e ingeniosamente insertados en un contexto siempre dinámico y nunca predecible.
Abandonando los cánones cinematográficos clásicos, Dowdle decide contarnos la historia de un asesino sádico en clave documental, a medio camino entre el found footage y el mockumentary. El director estadounidense es hábil para manipular estilos y géneros ya inflados, confeccionando una obra quizá única en su género. La película está montada como si fuera un programa de televisión de crónica negra con entrevistas, testimonios y reconstrucciones —todo obviamente falso— que repasan los momentos más destacados de la vida del asesino en serie, apodado "The Butcher". A la parte puramente investigativa, que incluye el análisis del modus operandi del carnicero y la exposición cronológica de los hechos, se alternan momentos extraídos de las cintas de vídeo realizadas por la propia mano del asesino. Este último, dedicado a todo tipo de atrocidades y abusos (violaciones, mutilaciones, necrofilia), tiene la insana pasión de grabar cada fase de su plan criminal: desde los acechos, los secuestros, las torturas hasta el inevitable desenlace. Estos segmentos de "vida real" (delatados, sin embargo, por la presencia de la banda sonora) influyen positivamente en el ritmo narrativo, rompiendo los relatos minuciosos y aterradores de las personas directamente involucradas y de los profesionales, y, como no podía ser de otro modo, son el punto fuerte de la película. A diferencia de lo que cabría esperar, la violencia y la brutalidad con las que opera el maniaco nunca se ponen en escena de manera pornográfica, sino a través de encuadres y situaciones que dejan amplio espacio a la imaginación, ya morbosamente estimulada por los escalofriantes y detallados informes de los agentes. Esta elección (probablemente dictada también por limitaciones de presupuesto), a pesar de la carencia de episodios especialmente sangrientos y la casi total ausencia de efectos especiales, resulta devastadora para el espectador, especialmente desde el punto de vista psicológico. Las imágenes amateur temblorosas, granuladas y en blanco y negro, muestran tímidamente la figura del hombre misterioso, de movimientos teatrales y el rostro siempre oculto tras inquietantes máscaras. Para rematar, el impactante y perturbador testimonio de una de las víctimas que escapó de la muerte, liberada después de muchos años de cautiverio y afectada por el síndrome de Estocolmo.
Al final de la película es lícito que surjan algunas dudas sobre la no autenticidad de toda la historia, no solo porque goza de un realismo excepcional y raro, sino también porque el retrato del asesino en serie podría corresponder tranquilamente al de uno de los muchos asesinos en serie estadounidenses realmente existentes y existentes: una película no tan "película".
Aunque el componente narrativo muestre algunas lagunas y no sea el no va más de la fluidez, el impacto visual y la implicación mental son tan elevados que compensan la carencia. El mayor mérito del director es sin duda el de haber sabido gestionar con agudeza y pericia técnica una historia que es fruto de la imaginación pero con contenidos plausibles, poniendo de relieve los aspectos más crudos y malsanos inherentes a un individuo de personalidad desviada y perversa. Una película perturbadora, enferma y podrida, capaz de despertar un cierto apetito voyeurista envuelto en angustia y depravación, que nos pone en cara un horror indescriptible y, sobre todo, espantosamente real.