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Emiliano Ranzani
•En el Japón del futuro, debido al deterioro de las relaciones entre adultos y adolescentes, se emite un decreto por parte del nuevo departamento de educación, llamado "Battle Royale". Esta nueva ley establece que cada año una clase de alumnos sea seleccionada para ser deportada a una isla desierta. Allí, durante tres días, tiene lugar una competición de todos contra todos, cuyo objetivo es permanecer con vida hasta el final, cuando solo una persona quedará viva.
Película de culto en su país (donde se está preparando la secuela), fue precedida por una singular campaña publicitaria, ya que el primer ministro japonés incluso intentó impedir su estreno en salas, lo que no hizo sino atraer a más personas a verla.
La primera cosa que se siente al ver esta película es un notable sentido de tensión, eficazmente transmitido por los jóvenes actores. La historia (basada en la novela de Takami Koshun y recientemente adaptada a cómic) no es mala en sí misma y mantiene el interés hasta el final sin aburrir, aunque, a pesar de todo, algunos giros pueden parecer predecibles. Se podría definir, sin embargo, como una versión actualizada para el nuevo milenio de "El señor de las moscas", con la que comparte muchos temas, en primer lugar la pérdida (traumática) de la inocencia y el paso a la vida adulta.
Otra característica peculiar son las diversas metáforas que trata la película, una de ellas es la de la delincuencia juvenil (problema muy sentido en Japón) o del arribismo.
Además, no se puede pasar por alto el nivel de crueldad típico de los productos nipones, algo que va de la mano con el melodrama constante subyacente y algunas escenas de gran violencia. Las secuencias splatter no son muchas pero están dispuestas de manera estratégica para no hacer bajar la tensión en el espectador.
Entre los actores, destaca el director Takeshi Kitano en el papel del profesor loco al mando de la competición que, quizá irónicamente, le es homónimo.
Por supuesto, esta película tampoco está exenta de defectos, uno de ellos es el excesivo romanticismo de algunas escenas que muestran a personajes próximos a la muerte lanzándose a declaraciones de amor o discursos moralizantes.
Cínicos y, en el fondo, divertidos, son el body count (que aparece en sobreimpresión a cada asesinato) y el vídeo "instructivo" que se les muestra a los chicos antes de dejarlos solos.