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Roberto Giacomelli
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Años '70. Un grupo formado por dos chicos y dos chicas realiza un viaje por los lugares más extraños que un turista podría encontrar, con el objetivo de escribir una guía sobre las rarezas de las carreteras estadounidenses. Finalmente llegan a una estación de servicio (¡donde se prepara un excelente pollo frito!) que incluye un museo de horrores, donde descubren la figura legendaria del Doctor Satán. Curiosos y decididos a saber más, los jóvenes se dirigen bajo una lluvia torrencial hacia el lugar donde supuestamente fue asesinado el misterioso doctor. En el camino, se encuentran con una atractiva autoestopista que se ofrece a ser su guía. El coche sufre una avería y los jóvenes son invitados a ir a la casa de la autoestopista para usar el teléfono. Sin embargo, los ingenuos visitantes se encuentran a merced de una familia de psicópatas locos, dedicados a rituales satánicos y todo tipo de atrocidades.
Nos encontramos ante una película singular, que impacta positivamente o se odia desde el primer momento. Se trata del debut como director del cantante y músico Rob Zombie, ex líder de los míticos White Zombie, quien quiso rendir homenaje (desde la época en que se ambienta la película) a ese género de horror grotesco y brutal que tuvo su brillante inicio a mediados de los años '70, con el emblemático "La matanza de Texas" de Tobe Hooper. Con esta película, el director declara su amor por ese género cinematográfico, tanto que la trama no es más que un pretexto para mostrar citas explícitas de sus predecesores, felizmente condimentadas con colores vivos y un gusto particular por lo macabro, la carnicería y el sin sentido. Si el vínculo con "La matanza de Texas" es evidente desde el argumento, también encontramos referencias a otras películas centradas en núcleos familiares bastante particulares: "Las colinas tienen ojos", "Spider Baby" y "El túnel del horror". Sin embargo, la película de Zombie, al tratarse de un divertimento para amantes del horror, ha sido despojada de cualquier valor sociológico (del que sus predecesores podían presumir).
La familia, entendida como institución primaria, núcleo donde se desarrolla la formación ética y psicológica del individuo, era mostrada (en las películas de los años '70) como corrupta y degenerada, fábrica de monstruos y psicópatas dementes y enmascarados: una clara referencia a los temores e inseguridades que caracterizaban la sociedad estadounidense de esa época. "La casa de los 1000 cadáveres" también podría cargarse de valores similares (especialmente adecuados a la condición social norteamericana actual, que parece haber caído en una nueva era post-Vietnam), pero ciertamente no eran las intenciones a las que aspiraba el director, por lo que tal interpretación resultaría algo forzada.
Desde el punto de vista técnico, esta película resulta altamente válida: Rob Zombie, también autor del delirante guion y de la excelente banda sonora, parece dotado de buenas cualidades como director y elige una serie de felices recursos técnicos que son un deleite para los ojos (aunque podrían molestar a algunos). La película está llena de colores psicodélicos y artificiales, y está compuesta por un montaje a veces frenético y rápido, a veces interrumpido por clips singulares (extraídos de viejas películas o programas de televisión de época... ¡o al menos eso parecen!). Además, se recurre con frecuencia al efecto negativo.
El reparto está en sintonía con todo el proyecto, ya que Rob Zombie eligió a dos íconos del cine de terror para interpretar a dos de los principales miembros de la loca familia Firefly: Karen Black, actriz fetiche de Dan Curtis (vista en "Balada macabra" y "Trilogía del terror") en el papel de la madre ninfómana, y Bill Moseley, célebre por su papel de Chop Top, el hermano de Leatherface en "La matanza de Texas 2", en el papel del pilar de la familia degenerada. Entre los otros actores se encuentra una espléndida Sheri Moon en el papel de la despistada y letal autoestopista, y Sid Haig como el gerente de la estación de servicio.
En conclusión, se puede hablar de una operación nostálgica muy exitosa, con tonos irreverentes y felizmente pop, realizada por un apasionado del género, que no escatima en violencia gratuita, humor y excesos visuales de excelente gusto. Una secuela está en camino.
Curiosidad: la película tuvo una fase de producción particularmente larga y difícil (unos 4 años), ya que Universal y luego MGM se negaron a involucrarse en el proyecto debido a sus contenidos controvertidos y a la total ausencia de una moral. Finalmente, la película fue producida por Lionsgate, que siempre presta especial atención al cine de terror.