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Roberto Giacomelli
•Una antigua urna del siglo XIX es encontrada, encadenada a un ataúd, en el cementerio de Viterbo. La urna es inmediatamente enviada al Museo de Arte Antiguo de Roma y abierta: en su interior se encuentran varias estatuillas, un puñal sacrificial y una túnica. A partir de ese momento, se libera el espíritu de Mater Lacrimarum, última componente de una tríada de poderosas brujas que dieron origen al culto de la magia negra. Roma cae inmediatamente en el caos, entre actos de violencia, asesinatos y suicidios; mientras tanto, decenas y decenas de brujas de todo el mundo llegan a la capital italiana para adorar a su madre y dar vida a lo que se define como "La segunda era de las brujas". En este escenario apocalíptico se mueve Sarah Mandy, restauradora en el Museo de Arte Antiguo y única testigo de la resurrección de la Tercera Madre. La chica es buscada por la policía porque se la considera cómplice de la masacre ocurrida en el Museo y, al mismo tiempo, es perseguida por los adeptos de Mater Lacrimarum porque es un obstáculo potencial para la llegada del nuevo reino del terror.
¡Temblad, temblad… las brujas han vuelto!
A 27 años del último capítulo, Dario Argento decide concluir la trilogía sobre las tres Madres, poderosas brujas celebradas en la obra maestra "Suspiria" (1977) y en su secuela "Inferno" (1980). "La Tercera Madre" es una película muy esperada por los fans del maestro del horror italiano y, en las premisas, debería haber relanzado la imagen del director romano después del fracaso de "El Cartero" y el paréntesis televisivo no exaltante de "¿Te gusta Hitchcock?".
En las premisas, ¡sea claro! Porque en la práctica "La Tercera Madre" está muy lejos de los tesoros que Argento nos regaló en los años 70 y 80.
Presentada en estreno mundial en el Festival de Cine de Roma en la sección "premios", "La Tercera Madre" tiene el mérito de cerrar la amada saga sobre las tres hermanas brujas formando un corpus ideal con las dos películas anteriores. De hecho, aunque este tercer capítulo puede ser disfrutado de manera totalmente independiente de los predecesores, hace referencia de manera inteligente a los hechos ocurridos en el 77 y en el 80, mencionando a Suzy Bannion, artífice de la muerte de Mater Suspirorum, y al arquitecto Varelli, así como trayendo de vuelta a la famosa obra "Las tres Madres". Dos "legendarios" actores de la saga regresan en este tercer capítulo, precisamente Udo Kier, en el papel de Padre Johannes, y Daria Nicolodi, en un cameo en el que interpreta a la madre de la protagonista.
La película se beneficia de un ritmo decididamente frenético, 1 hora y 40 minutos de persecuciones, masacres, locura y satanismo, que hacen que la visión de la obra sea rápida y divertida, aunque no se puede evitar notar una cierta superficialidad que flota preocupantemente sobre toda la historia. Argumentos complejos y refinamientos de guión nunca han sido el punto fuerte de esta saga, pero en "La Tercera Madre" muchos temas y muchos eventos se tratan con prisa, dando así un sentido parcial de incompletitud. Si puede parecer absolutamente excelente la introducción, con un asesinato atroz del que son protagonistas un babuino, tres estatuas vivientes y las entrañas de Coralina Cataldi-Tassoni ("Demonios 2", "El Fantasma de la Ópera"), algunas caídas de tono diseminadas a lo largo de la película parecen decididamente inapropiadas (la invisibilidad momentánea de Sarah, por ejemplo).
Otras ideas, luego, son simplemente embarazosas y estériles, como la idea de otorgar poderes sobrenaturales a la protagonista y hacerla interactuar con el fantasma de la madre, elección esta última que parece guiada por el simple deber moral de hacer regresar a Daria Nicolodi ("Profondo Rosso", "Inferno"), pero genera momentos de comicidad involuntaria más que de patetismo.
La idea de sumir a Roma en el caos y la violencia es sin duda ganadora, dando así al conjunto de la película ese toque de dramatismo apocalíptico que faltaba en los capítulos anteriores más íntimos. El nivel de violencia presente en "La Tercera Madre" alcanza picos altísimos, constituyendo probablemente el punto álgido de las atrocidades explícitas mostradas en el cine de Argento y representando el motivo de mayor interés para los aficionados al splatter.
Pero vayamos al aspecto técnico-artístico. La dirección, desafortunadamente, sigue la tendencia de los últimos trabajos de Argento y no presenta ninguna de esas locuras que hicieron famoso al director. La fotografía, magnífica en los dos capítulos anteriores de la saga y aquí supervisada por Federico Fasano, en esta película es normalizada y pierde mucho del encanto barroco y surrealista que ahora caracterizaba la saga de las Madres. La banda sonora de Simonetti es diligente pero no impactante, mientras que los efectos de maquillaje cuidados por Sergio Stivaletti son excelentes.
El reparto se beneficia de excelentes caracterizaciones del cine italiano e internacional y, en general, da una buena actuación, comenzando por Asia Argento, en el papel de Sarah Mandy, que parece decididamente más contenida de lo habitual y rende adecuadamente el sentido de desorientación propio de su personaje. Mater Lacrimarum es interpretada por la modelo israelí Moran Attias, una mujer hermosa y decididamente efectiva en el papel de la Tercera Madre cruel, capaz de suscitar una mezcla de inquietud y fascinación.
En conclusión, nos encontramos ante una obra agradable y divertida, claramente superior a los últimos largometrajes de Dario Argento, pero incapaz de volver a los fastos de antaño. Una película discreta, con muchos defectos y de la que se debía exigir lo máximo… pero lamentablemente nos hemos quedado en el estándar de las producciones medias que caracterizaron el final de los años 80 y algunas obras de los años 90 de la producción argentiana.