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Roberto Giacomelli
•En la adormecida ciudad de Riverton, un terrible asesino en serie se esconde detrás de la máscara de un amoroso padre de familia. Una noche, tomado por un arrebato de esquizofrenia, el hombre intenta matar a su familia, pero es detenido y herido por la policía. El asesino, sin embargo, no está muerto y durante el transporte al hospital intenta escapar haciendo que la ambulancia salga de la carretera y desaparece en la nada después de jurar que regresaría para matar a cualquiera que hubiera nacido esa misma noche. Dieciséis años después, Riverton está lista para celebrar el aniversario de la desaparición del asesino, que ahora se ha convertido en una leyenda local. Pero es en esta conmemoración que un chico muere en circunstancias misteriosas y se trata precisamente de un adolescente nacido la noche del drama. A partir de ese momento, los seis chicos restantes nacidos ese día caen en paranoia y comienzan a caer uno tras otro bajo los golpes de un misterioso asesino.
Distribuido en las salas estadounidenses (fracasando) con un 3D de pacotilla y llegado a Italia directamente en video, "My soul to take – El cazador de almas" marca el regreso de Wes Craven a la dirección después de algunos años de actividad solo como productor. "My soul to take", además, marca también el regreso de Craven como guionista, quien no firmaba el guión de un largometraje desde los tiempos de "Nightmare – Nuevo Pesadilla" (1994). Una película esperada, por lo tanto, porque del tema se podía intuir un sabor ochentero muy querido por el mejor cine del director de "Nightmare". En realidad, puestos frente a los hechos no se puede más que quedar decepcionados por "My soul to take", un teen-slasher que muestra desde el principio el corto aliento y aunque destilando experiencia y buen oficio en cada fotograma, deja sobre todo un sabor amargo.
Wes Craven es alguien que sabe hacerlo, no hay mucho que discutir. Aunque periódicamente se hace sentir a gran voz la ola ruidosa de quienes lo consideran sobrevalorado, el director de obras maestras como "Nightmare – Desde el fondo de la noche" y "Scream" no puede ser relegado entre los mediocres que aciertan un film por "suerte", porque además de mostrarse autor completo en gran parte de sus obras, siempre ha mostrado una gran coherencia estilística que haga que una película de Craven sea bien reconocible en la masa. "My soul to take", en fin de cuentas, no hace excepción y por muchos aspectos el toque craveniano es bien evidente, solo que se tiene la impresión de que esta vez está al servicio de una historia con poco mordiente que tiende a repetir de manera poco convincente y convincente cosas ya dichas en el pasado. En esta película tenemos la pequeña ciudad de provincia conmocionada por eventos funestos, el horror que proviene del pasado, la culpa de los padres que recae sobre los hijos, los adolescentes y sus problemas, un asesino en serie envuelto en un halo legendario. En resumen, habrán entendido que realmente estamos en territorios de teen-horror años 80 con un potencial cualitativo notable. Algunos puntos, de hecho, no son nada malos y hallazgos como el de la esquizofrenia del asesino en serie y la multitud de almas atrapadas en un solo cuerpo y luego redistribuidas en muchos otros aparecen nuevos y ganadores. Luego, nos encontramos frente a una película que a una introducción un poco demasiado apresurada alterna una palpable dificultad para transportar al espectador al vivo de la historia. Además, los 107 minutos de duración parecen también bastante largos y se hacen sentir en algunos puntos muertos distribuidos a lo largo de toda la película.
La figura del asesino en serie, como a menudo ha ocurrido en el cine slasher desde mediados de los años 80, busca crear un ícono que de alguna manera pueda sedimentarse en el corazón del espectador como lo hizo el Freddy Krueger craveniano. El carnicero de "My soul to take" teóricamente podría estar en el buen camino precisamente por esas particularidades relacionadas con la ciencia y lo sobrenatural de las que se hablaba arriba (esquizofrenia y alma), desafortunadamente, en la práctica no es lo mismo y se puede notar un cierto descuido en la puesta en escena del monstruo incluso a nivel de look, ya que nos aparece a mitad de camino entre un metalero y un representante de la raza klingon de Star Trek.
Interesante e inusual es la elección de bajar notablemente la edad de los protagonistas, adolescentes enfrentados al eros y al thanatos que, además de enmarcar la historia en los cánones del crecimiento individual ligado a los traumas adolescentes, pone énfasis en un desarrollo de los personajes casi de cuento de hadas, recordando los tiempos de "La casa negra". No todo el elenco está a la altura de la tarea con alternancia entre capaces – Max Thieriot ("Jumper"; "Chloe"), John Magaro ("Delante de tus ojos"; "The Box") y Emily Meade – y menos capaces – Nick Lashaway ("The Last Song") y Denzel Whitaker ("El mal teniente") sobre todos.
En resumen, "My soul to take" no convence mucho, mostrando fallos sobre todo en la debilidad de la historia y en el desarrollo derivativo (el final está demasiado calcado en el modelo de "Scream"). De cierto no estamos ante ese desastre que alguien ha esgrimido, ni ante el peor Craven de siempre, pero los fastos de "La última casa a la izquierda" y "La serpiente y el arcoíris" están lejos.