RG
Roberto Giacomelli
•Los hermanos Kaylie y Tim Russell de pequeños fueron testigos de un terrible asesinato/suicidio, en el cual su padre mató a su madre y luego se quitó la vida. Al menos así lo contaron los niños a las autoridades, añadiendo que el padre estaba bajo la influencia de una fuerza maligna encerrada en un antiguo espejo que estaba en su estudio. Pero los niños no fueron creídos y de las muertes se acusó al pequeño Tim, que fue llevado a un reformatorio y seguido por un psiquiatra, mientras su hermana Kaylie fue entregada a una familia de acogida. Diez años después, Tim, ahora mayor de edad, sale de prisión y se reúne con su hermana, que mientras tanto ha quedado obsesionada por aquel episodio y ha conseguido rastrear el famoso espejo, terminado en una subasta. El objetivo de Kaylie es encerrarse dentro de la casa en la que ocurrió la tragedia y documentar, mediante cámaras de vídeo, la veracidad de la maldición ligada al espejo, que, con los años, parece haber segado víctimas en cada lugar en el que ha sido relegado.
Los espejos parecen tener una particular afinidad con el género de terror, estos objetos "diabólicos" que nos proponen un doble de cada cosa que se pare ante ellos, que invierten la derecha con la izquierda pero no el arriba con el abajo. Según una creencia popular, por ejemplo, es costumbre cubrir con un paño los espejos en la habitación en la que se desarrolla un velatorio para evitar que el alma del difunto abandone el mundo terrenal a través de la superficie reflectante, que se convierte en un verdadero portal para el más allá, así como algunas culturas piensan que los espejos tienen el poder de
encerrar el alma de quien se refleja en ellos. Es fácil, pues, asociar este "objeto misterioso" a la tradición de terror y lo fantástico, hasta el punto de que en varias películas - sin hablar de las novelas - los espejos se han convertido en pasajes mefistofélicos hacia lo desconocido. Algunos ejemplos famosos: el tercer episodio de "Pesadillas" (1945), con el espejo como paso a otra dimensión, el primer episodio de "La tienda que vendía la muerte" (1973), con la entidad maligna que habita el espejo, "Espejo - ¿Quién vive en ese espejo?" (1980), en el que un espejo absorbe la maldad, o el más reciente "Into the Mirror" (2003), donde los espejos son un medio para comunicarse con los muertos, que ha generado un remake americano, "Reflejos de miedo" (2008) y su secuela (2010).
Mike Flanagan se conecta precisamente a este mini-filón con "Oculus", que nace como cortometraje en 2006 y se convierte en largometraje en 2014. Con el corto, Flanagan tuvo una idea simple pero efectiva que se adaptaba perfectamente a las necesidades de la corta duración, concentrando todo en una habitación, con un solo personaje y un espejo maldito sobre el cual realizar un experimento que pudiera
demostrar los poderes malignos del objeto. En el largometraje, encargado al director por la Intrepid Pictures tras el éxito de este cortometraje y de la película de bajo presupuesto "Absentia", el experimento representa precisamente el núcleo de la historia, pero se percibe de manera incómoda la dilatación de una historia que nace y muere para ser desarrollada en pocos minutos. De poco sirve el recurso de contar en paralelo el pasado, con la muerte de los padres de los protagonistas, con el presente, ya que la sensación que se tiene es siempre la de haber querido alargar en exceso una historia realmente muy delgada.
Si el corto, además, se basaba en una historia bastante original, "Oculus" nos parece un mix bastante descarado del episodio de "La tienda que vendía la muerte" y "Espejo - ¿Quién vive en ese espejo?", ya que del primero toma los poderes de los que el espejo está dotado y del segundo la historia de los hermanos traumatizados testigos de un asesinato. A esto se une alguna presencia fantasmagórica intrusa y un par de escenas de shock que apuntan tímidamente al gore.
En "Oculus" falta por completo la tensión, falta la percepción del peligro, visto que el espejo no
consigue emerger como amenaza, falta un clímax final y sobre todo falta el ritmo. Un juego involuntario de sustracción que lo convierte en una obra plana que difícilmente logrará ser recordada.
Luego, como ocurre con esas películas que de todos modos se hacen portadoras de una cierta dignidad de obra de bajo presupuesto, no faltan algunas intuiciones efectivas y divierte el uso de elementos que puedan probar el poder del espejo, como las plantas que se marchitan en su radio de acción y los perros como plato predilecto del Mal que vive en ese objeto. La elección de confundir en un cierto punto los planos temporales, justificando así la narración en flashback, es una buena intuición y la escena de la bombilla logra crear esa dosis de espanto indispensable.
Reparto de rostros conocidos del público televisivo con la protagonista, la bellísima Karen Gillan, que proviene de "Doctor Who", Rory Cochrane de "24" en el papel de su padre y Katee Sackhoff de "Battlestar Galactica" en el de su madre.
Convence poco, pues, este "Oculus", que más que renovar el mini-filón de los espejos malditos va a mostrar todos los límites de una película que nace de una idea demasiado pequeña dilatada de manera torpe.