RG
Roberto Giacomelli
•Molly Keller está encerrada en un hospital psiquiátrico con la convicción de ser la encarnación de Jack el Destripador. El médico que la trata no logra encontrar una solución al mal que la aflige, por lo que le recomienda participar en un tratamiento altamente experimental que será su última oportunidad de curación. Se trata de una intervención basada en la realidad virtual que debería ayudar a su mente a recuperar el control de sus emociones. Molly acepta y es trasladada a Praga, donde el doctor Wiesser lleva a cabo el tratamiento. Aquí, la chica conoce a un grupo de jóvenes pacientes también sometidos al tratamiento, pero en el momento en que comienza el experimento, la realidad y la fantasía empiezan a fundirse y los pacientes de Weisser caen uno tras otro bajo la cuchilla de un asesino encapuchado.
En 2001, en la ola del renovado slasher post "Scream", se produjo una película titulada "Ripper – Cartas del infierno". Lo de siempre: adolescentes como protagonistas, un asesino enmascarado que mata con armas blancas, todos son sospechosos, giro final. Película mediocre que se salvaba solo por una cierta creatividad en los asesinatos y en la introducción de la figura de Jack el Destripador como vínculo entre las muertes. 2004, llega la secuela. El escaso éxito del prototipo, sin embargo, empuja a la distribución local a ocultar el parentesco y así "Ripper 2 – Letters from Within" se transforma mágicamente en "Death Door – La puerta del infierno".
Bizarreces de títulos confusos aparte, este "Ripper 2" decepciona en todos los aspectos, desde el contenido hasta la forma. Comencemos diciendo que, a pesar de que se reanuda justo donde terminó el primer film, nos encontramos con otra actriz interpretando a Molly Keller, la protagonista. Allí estaba A.J. Cook de "Criminal Minds", aquí Erin Karpluk ("El demonio de los hielos") y perdemos tanto en calidad actoral como físicamente... y hablemos claro, cuando en una secuela te cambian los actores de la película anterior sin cambiar los personajes, no se puede pasar por alto con mucha facilidad, se crea ese efecto de desconfianza que ya te hace empezar mal la disposición al disfrute. Pero ese no es el problema de "Ripper 2", más que nada tenemos que ver con una película que realmente no sabe qué contar. Los directores Jonas Quastel y Lloyd A. Simandl se divierten mezclando las cartas con continuos pasajes y supuestos tales de la realidad física a la realidad virtual con el único efecto de crear una verdadera confusión en sí misma que, en lugar de involucrar al espectador y animarlo a hacerse preguntas, lo induce al aburrimiento. Luego, algo bastante anómalo, esta secuela es de brazos cortos en cuanto a gore y violencia, presentando asesinatos anónimos y a menudo relegándolos fuera de cámara. Por el contrario, sin embargo, presiona el pedal del erotismo en una larga (y decididamente aburrida porque repetitiva) secuencia ambientada en un club fetichista de Praga, con mujeres desnudas, besos lésbicos y juegos sadomasoquistas que saben mucho a relleno futilo para alargar una película que tiene poco o nada que contar.
El único aspecto interesante de la historia, es decir, el conflicto esquizofrénico dentro de Molly que la lleva a identificarse con Jack el Destripador, es demasiado marginal hasta el punto de ser completamente abandonado cuando se materializa el hombre del saco encapuchado. Naturalmente, esto también sirve para confundir las cartas en función de un giro realmente poco original, pero relegar al olvido el tema principal es una elección bastante discutible. En su lugar, se intenta montar en la ola de la realidad virtual y las potencialidades que podría desarrollar en una idea de base que parece querer recordar la de "The Cell". Creo, sin embargo, que esta misma intuición no estaba muy clara para los autores ya que se habla de realidad virtual y de métodos científicos, pero nosotros no vemos nunca nada, solo estos tipos en pijama estirados en las camas y los médicos que hablan junto a la cabecera de la protagonista. Stop. Luego, realidad virtual o no, no hacemos otra cosa que ver a los personajes siempre deambulando entre las paredes del palacio en ruinas y, en una ocasión, por los callejones de la ciudad.
Como se podría predecir, los personajes no tienen caracterización y sirven simplemente de carne de cañón para un recuento de cuerpos poco envolvente. Pero bueno, estamos en un slasher de serie C, ese no es el problema fundamental.
En resumen, este "Ripper 2"... perdón, "Death Door", no tiene realmente nada que ofrecer, prosigue cansadamente e infielmente una historia ya de por sí con el aliento corto para recrearla de manera casi pedante. Inútil y flojo, evitable incluso para los aficionados al slasher.