PF
Pietro Ferraro
•Nick Hume es un padre de familia tranquilo. Una noche, en una estación de servicio aislada, presencia el asesinato de su hijo por parte de una banda de atracadores. Desolado por el dolor, decide hacer justicia matando a uno de los atracadores, el autor material del asesinato, que resulta ser el hermano del jefe de una de las bandas más peligrosas de la ciudad. Esto desencadena una espiral de violencia incontrolable y marca el comienzo del fin para este nuevo justiciero. Las décadas de los 70 y 80 nos dejaron una galería de antihéroes que permanecieron en el imaginario colectivo de toda una generación. Justicieros duros y todo menos puros, hijos de las enormes metrópolis americanas, demandados a gritos por una sociedad ya exhausta y pesimista. Y el cine se alimentó ampliamente de esta percepción, de este caos, produciendo y serializando personajes que iban desde el policía de modales bruscos (Shaft, Callaghan) hasta el ciudadano justiciero, padre de familia, víctima de la violencia que agrieta y destruye sus valores transformándolo en verdugo. Bronson y su justiciero de la noche representan el arquetipo de este verdadero género que está volviendo a estar de moda. Después de una década, los años 90, donde los personajes se vuelven políticamente correctos y la violencia se estiliza al extremo, las últimas producciones cinematográficas recurren, quizás hijas de una nueva ola de inseguridad latente, al género sin sentir la necesidad de reinventarlo, porque en el fondo los miedos son los mismos, pero revisitándolo en clave posmoderna repleto de hiperviolencia de cómic. Bacon es un hombre feliz y realizado que, después de presenciar el asesinato de su hijo, se sumerge en un abismo de desesperación que desemboca en un instinto de venganza que llevará a cabo y pagará muy caro. James Wan confecciona un western urbano lucido a medio camino entre Tarantino y Michael Bay, sin tener sin embargo la locura anárquica del primero, pero acercándose a la impronta visual del segundo. Las numerosas escenas ultraviolentas satisfarán los paladares de los amantes del gore... no olvidemos que Wan es uno de los creadores de la saga "Saw". El reparto no decepciona: Bacon, siempre en equilibrio entre la rabia y la desesperación, arriesga mucho, esbozando un personaje quizás un poco caricaturesco pero siempre creíble, incluso donde el guion no lo ayuda en absoluto. Una mención especial a John Goodman, padre/receptor viscoso y degenerado al frente de la banda de los malos, siempre en parte y gran profesional. En conclusión, "Death Sentence" es un producto de género digno, versión más dura del más comprometido y prestigioso "El silencio de los inocentes" de Neil Jordan, nos regala casi dos horas de tensión y adrenalina que, en un panorama saturado de películas de acción risibles y thrillers demasiado predecibles, resulta una grata sorpresa.