MC
Marco Castellini
•El Drácula de Luc Besson es una película que aspira a devolver el mito del vampiro a sus raíces, pero lo hace con una impronta estilística que alterna intuiciones interesantes con elecciones menos convincentes. La atmósfera está construida con cuidado: luces frías, escenografías suntuosas y una estética que evoca el gótico europeo sin abandonar nunca esa pátina moderna típica del director. Visualmente, la película funciona.
Donde la obra pierde un poco de fuerza es en el ritmo. La narrativa avanza a trompicones: algunas secuencias son intensas, casi hipnóticas, mientras que otras parecen demasiado apresuradas o, por el contrario, alargadas sin un verdadero payoff. La caracterización de los personajes también oscila — Drácula es fascinante pero no siempre contundente, y los personajes secundarios resultan a veces más decorativos que necesarios.
La mano de Besson se ve, para bien y para mal: el estilo y la ambición no faltan, pero quizá falta una cohesión capaz de hacer que esta nueva lectura sea realmente memorable. El resultado es una película que se deja ver, con momentos logrados, pero que difícilmente dejará una huella profunda.
En resumen: un Drácula elegante, visualmente cuidado, pero algo irregular. Un experimento interesante, aunque no del todo centrado.