ปักษาวายุ

Bangkok 2005. La divinidad Garuda es accidentalmente despertada de su sueño milenario. Una pareja de científicos expertos en dinosaurios se unen a un equipo especial de soldados de élite armados hasta los dientes y entrenados para cazar monstruos. Misión: localizar y eliminar a la monstruosa divinidad alada. En el panorama del j-horror, el cine tailandés es el que presenta contenidos más difíciles de exportar y de disfrutar para un público occidental. Estas películas beben masivamente de una mezcla de misticismo-religión que limita su consumo, como en el caso de películas como "The Necromancer", limitando su visión a un público de nicho. Pero en este caso, el director Monthon Arayangkoon se inspira en los hermanos Pang, los más occidentales de los directores tailandeses, rindiendo homenaje a las películas de monstruos y a las películas de acción estadounidenses. "Garuda", llamado el devorador en la tradición religiosa india, no es otro que la montura del dios Vishnú, su contraparte cinematográfica está enterrada bajo Bangkok y es una especie de rapaz antropomórfica dotada de enormes alas, garras de acero y un muy mal carácter. Realizada completamente en CGI, la criatura no resulta muy convincente, pero la excelente fotografía compensa estas carencias visuales. Garuda tiene en las facciones típicas de las divinidades tailandesas su mayor punto fuerte, pero el problema de este tipo de películas es confiar demasiado en el carisma del monstruo de turno, descuidando el guión y los diálogos que, si estuvieran más cuidados, habrían aligerado mucho la atmósfera. El enfoque excesivamente de acción se convierte con el tiempo en un defecto: después de unos pocos minutos en los que se conoce el ascenso y la caída del dios Garuda, el resto se convierte en una repetitiva caza del monstruo, con la pregunta ritual... ¿quién caza a quién? Algunos guiños a los clásicos, "King Kong" y "Godzilla" sobre todo, y al más reciente "Jurassic Park" hacen que esta película sea bastante agradable de ver, a pesar de que Bangkok no sea Nueva York, y Garuda no sea la octava maravilla del mundo.