CAZAFANTASMAS

Erin Gilbert es una profesora de la Universidad de Columbia que, a pesar de un carácter neurótico y una escasa seguimiento por parte de los estudiantes, está a punto de dar un importante salto de nivel dentro del ambiente académico. Un ascenso detenido justo en el mejor momento por la reaparición en la red de un libro que ella misma había escrito varios años antes con una amiga y colega, Abby Yates, y en el cual las dos estudiosas afirmaban la existencia de fantasmas y fenómenos paranormales. Una vez despedida por su empleador, Erin decide volver con Abby, también ella marginada desde hace tiempo del mundo universitario por sus ideas y métodos poco convencionales, con la cual toma la decisión de poner en práctica sus viejas teorías y formar un equipo de cazafantasmas, completado por la ingeniera excéntrica Jillian Holtzmann y la taquillera del metro Patty Tolan. Acompañadas por un secretario guapo y tonto, las cuatro mujeres se lanzan a una aventura que trae grandes ganancias y popularidad, pero también una enorme responsabilidad ya que deberán proteger Nueva York de una amenaza gigante. La operación de remake o reboot siempre es algo bastante delicado y difícil de realizar ya que, la mayoría de las veces, se va a tocar y revisitar películas que han representado no solo hitos de la historia del cine, sino también verdaderos cultos para una o más generaciones de jóvenes cinéfilos que con esos títulos soñaron y se acercaron por primera vez a la gran pantalla, a prueba de la importancia de la esfera emocional y sentimental que flota alrededor del séptimo arte. Dadas estas premisas, parece bastante comprensible el avispero de polémicas y malhumores que han acompañado el proceso de producción de "Ghostbusters", reboot de la película homónima de 1984 dirigida por Ivan Reitman y convertida en un must para todos aquellos que, como quien escribe, se acercan a los treinta. Para dirigir esta nueva versión del culto de los años ochenta está Paul Feig, recién salido del éxito discreto de la comedia "Spy", quien realiza una película divertida, en general disfrutable y capaz de no decepcionar a los fans más entusiastas, a pesar de que la comparación con el modelo original sea despiadada y, en muchos aspectos, imposible. Feig, como se ha dicho, es un autor que proviene del género de la comedia y esto le permite conferir a sus cazafantasmas un espíritu decididamente diferente de los de Reitman. Las protagonistas femeninas de esta película, de hecho, son torpes, torpes y sus maneras de hacer dan lugar a diálogos con un alto nivel de comicidad que a veces derivan en lo demencial. Los ingeniosos diálogos, sin embargo, no representan la única fuente de risas ya que a ellos les siguen secuencias de acción grotescas como aquellas en las que Erin y sus compañeras manejan las incómodas armas que ellas mismas han construido, el nacimiento casual del logo por mano de un artista callejero y, finalmente, las bromas que ven a Chris Hemsworth muy autoirónico y perfecto en un papel construido a medida para él. Gran parte del mérito de este exitoso contenedor de diversión, luego, debe atribuirse a la elección de un elenco compuesto por actrices consagradas en el género, entre las que destacan Melissa McCarthy (que ya ha trabajado con Feig en la mencionada "Spy"), Kristen Wiig, además de las sorpresas Leslie Jones y Kate McKinnon, en los papeles de personajes fuertemente caricaturescos. Hasta aquí parecería que estamos hablando de una película perfecta y sin errores. Parecería, de hecho. El condicional nunca como en este caso es obligatorio porque con el paso de los minutos la historia pierde el equilibrio y la viveza inicial y la exageración se convierte en la palabra clave de este "Ghostbusters", como demuestran los sketches que a la larga se vuelven empalagosos y repetitivos y una vena ruidosa evidente sobre todo en un final confuso y poco contundente; basta pensar, en este sentido, en la lucha cuerpo a cuerpo, con tanto de ralentí, con algunos fantasmas y el papel del secretario que de repente se vuelve central a los fines narrativos. En resumen, es en la segunda mitad que la película sale un poco con los huesos rotos y arruina lo bueno que se había hecho antes. A pesar de eso, en conclusión, "Ghostbusters" puede ser clasificado como un agradable filmito de verano sin pretensiones y que debe tomarse por lo que es, sin aventurarse en comparaciones con el pasado y vivir con la idea de pasar una hora y cuarenta minutos de despreocupación. Juicio más que suficiente.