FM
Francesco Mirabelli
•Años después del trágico final de la primera película, la casa de Nancy es comprada por una nueva familia. El protagonista tiene cada noche pesadillas más aterradoras hasta que el descubrimiento del diario de la chica y la muerte de personas cercanas a él le hacen intuir lo que está ocurriendo: Freddy Krueger ha vuelto, y su sed de venganza es aún más implacable.
La novedad de esta película reside en el hecho de que Freddy esta vez no intenta matar al protagonista, sino que se sirve de su cuerpo y de su miedo para salir de la dimensión onírica y matar en la realidad. Definitivamente una película mala, ya que las muertes son de las más crueles (si se exceptúa la primera), de toda la serie. Todavía estamos en los años 80 y Freddy no es en absoluto gracioso. Digna de mención la escena en la que el psicópata sale del cuerpo del protagonista desgarrándolo por dentro con sus afiladas garras, y luego, después de sellar telepáticamente la puerta, despedaza a su mejor amigo bajo los ojos impotentes de sus propios padres, que, al oír los gritos del chico, solo ven la madera de la puerta romperse bajo las 4 cuchillas del despiadado Krueger. Al despertar, el protagonista se encuentra completamente manchado de sangre, en la habitación de su amigo destrozado, con sus padres gritando aún detrás de la puerta y la policía que está llegando… La dirección de Sholder no es mala, y sin embargo, a pesar de tantas ideas interesantes como la escena del autobús descontrolado (que encuentra citas en varias películas e incluso en un episodio de Los Simpson), y las innovadoras transformaciones "gore" de Freddy, no logra alcanzar los niveles visionarios y aterradores de Craven. Es fría. Poco comunicativa. Demasiado distante de los parámetros vitales de "la Pesadilla en Elm Street" que todos conocemos. Robert Englund está definitivamente por debajo de su nivel y su actuación se limita a algunas garras y a un beso, entre algunas palabrotas, dirigidas a la novia del protagonista durante el enfrentamiento final. En general, bastante despreciable.