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Roberto Giacomelli
•Afganistán, 2002. Un pelotón de soldados estadounidenses es enviado a patrullar una carretera estratégica, pero matar el tiempo no es fácil y, entre bromas típicas de la camaradería y pensamientos dirigidos a las novias en casa, también hay quien decide hacer puntería con una efigie religiosa extrañamente escondida entre las rocas. Esa misma noche, una mujer es encontrada deambulando cerca de la tienda de campaña y a partir de ese momento comienzan a ocurrir eventos extraños que poco a poco llevan a la paranoia y a la violencia mutua entre los soldados.
Son muy raros los casos de horror bélico, quizá porque es difícil hacer coincidir el horror de la guerra con el horror sobrenatural sin desnaturalizar gravemente uno u otro; estos dos géneros cinematográficos, por otro lado, se basan en lenguajes a veces opuestos y por lo tanto difícilmente asimilables. Es curioso notar, por ejemplo, que para buscar un antepasado de este género hay que acercarse relativamente en el tiempo, al 1983, cuando un Michael Mann aún en sus inicios dirigía "La fortaleza". En los últimos años ha habido intentos dispersos de contaminación intergénero entre películas de guerra y películas de terror y han surgido obras más o menos exitosas como "Below", "The Bunker", "Deathwatch – La trinchera del mal", todos productos que deben mucho al prototipo manniano, tanto por la concepción existencialista del soldado como por los ritmos pausados que acompañan la narración. "Red Sands – La Fuerza Oculta", segunda obra de Alex Turner después de "Dead Birds – La Casa Maldita", no difiere del estándar. Esta sigue el hundimiento en un abismo de locura de un pelotón de soldados enfrentados a verdaderos demonios que metafóricamente recuerdan la absurdidad de la guerra y los motivos que llevan a emprenderla.
La intención de Turner es encomiable y en su segunda prueba ya se puede vislumbrar una huella autoral que hace bien reconocible al director de "Dead Birds"; las dos películas, de hecho, tienen muchos puntos en común y, sobre todo, ambas buscan la combinación del terror con otros géneros que rara vez han sido asociados: aquí la guerra, allí el western. Pero las atmósferas lovecraftianas y la tranquilidad funcional del ritmo de "Dead Birds" se pierden en "Red Sands" que, a fin de cuentas, puede considerarse un experimento mayormente fallido.
Turner nos dice que la muerte y la condenación pueden llegar de un gesto tan pequeño como irresponsable, como destruir una efigie sagrada, y no es casualidad que la guerra en la que están involucrados los protagonistas sea precisamente la actual diatriba en Medio Oriente, donde la diferencia ideológica y cultural (y por lo tanto religiosa) siempre ha sido muy presente y relevante. La manifestación del demonio a través de las apariencias de una mujer que es acogida dentro del grupo estadounidense, intentando atentar contra la integridad de los soldados después de haber sufrido violencia sexual y moral por parte de uno de ellos, no es ciertamente casual y en esta elección se puede sin duda entrever la metáfora de la mezcla cultural y el posicionamiento social estratégico que en época reciente ha llevado a eventos conocidos en la crónica internacional.
El director, con el fiel guionista Simon Barrett, logra así llevar adelante un discurso complejo e interesante pero desafortunadamente falla precisamente en el presupuesto básico del entretenimiento que una obra cinematográfica debería garantizar, al menos en parte. "Red Sands" carece completamente de ritmo, es repetitivo, a veces realmente pesado: en resumen, es aburrido. Los personajes que pueblan la historia no tienen carisma, parecen imitar los estereotipos del militar-recluta de los blockbusters cinematográficos, entre ejemplos de camaradería y frecuentes diatribas. Después de una primera parte completamente construida sobre los guiños/choques entre los protagonistas, la película se convierte en una especie de "La Cosa" en el desierto, pero sin la acción y las criaturas monstruosas de la película de Carpenter. Los personajes no hacen más que acusarse mutuamente, muestran signos de paranoia y tensión emocional constante, hasta matarse o ser asesinados por el demonio.
El demonio, justo, otra piedra en el zapato de "Red Sands". Con creciente frecuencia se menciona al Djinn, demonio de la mitología islámica ya protagonista de películas de terror como "The Lamp", "Long Time Dead" y sobre todo la saga "Wishmaster". Aquí el Djinn, o Genio, posee los cuerpos y se materializa en la arena o en formas monstruosas y alargadas; desafortunadamente, su presencia permanece constantemente marginal y nunca es presentado como una amenaza física real para los protagonistas, a pesar de que sea su presencia malévola la que desencadena todas las situaciones de peligro. Con gran horror para los ojos del espectador, luego, Turner & co. tuvieron la mala idea de mostrar al espectador un Djinn realizado digitalmente de manera horrible, aprovechando una CGI realmente increíble para el 2009, de esas que ni las películas ultra low budget tienen más.
"Red Sands" aparece entonces como una obra lograda solo en parte, capaz de momentos de reflexión y con buen potencial metafórico, pero desafortunadamente absolutamente ineficaz en el aspecto más puramente cinematográfico, apareciendo excesivamente plano y aburrido.
Inténtalo de nuevo, Turner.