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Cristina Russo
•Una joven periodista se encuentra, sin saberlo, cara a cara con un despiadado torturador que también es productor de snuff movies. El maniaco atrae a jóvenes mujeres y las mantiene prisioneras en una habitación, las maltrata y filma sus actos con una cámara, y 102 es justamente el número de sus víctimas.
El subgénero bastante difícil y de nicho de los snuff movies, que cuenta con algunas de las películas más impactantes y sangrientas de la historia del cine, aunque se podría abrir un debate interminable sobre lo que es cine y lo que no lo es, considerando la forma y los contenidos típicos de este género. El snuff, por definición, subvierte los cánones de la cinematografía clásica, en favor de un realismo que, como tal, no necesita guión, cuidado de la fotografía, de la dirección, etc. La única regla es dar a las imágenes, a menudo filmadas en directo con cámara en mano, un aspecto lo más verídico posible. A veces, el resultado se acerca tanto a la realidad que suscita dudas y polémicas: "Flowers of Flesh and Blood", uno de los episodios más logrados de la serie japonesa "Guinea Pig" es quizás el ejemplo más conocido, señalado por el actor Charlie Sheen que, al verlo, pensó que se trataba de un film real, denunciando así su existencia. ¿Y cómo no mencionar la saga "August Underground" de Vogel, una de las obras quizás más representativas y extremas del género?
"Snuff 102" nace justo a la estela de las películas mencionadas anteriormente, situándose, en una clasificación virtual, entre las más altas por el grado de brutalidad y violencia del que goza. Aunque se vale de una técnica de rodaje más tradicional, el efecto real no se sacrifica; la dirección es voluntariamente imperfecta, el montaje es frenético y convulsivo y, todo ello, está sazonado con el uso del bicolor que ayuda al espectador a orientarse en la cronología de los eventos. Desde el punto de vista narrativo, hay poco que decir, salvo que se nos proporciona un retrato del maniaco a través del expediente de la entrevista: una idea no particularmente acertada en la medida en que servir en bandeja de plata las motivaciones y las "justificaciones" de un sádico torturador disminuye la fuerza misma del personaje, que reside precisamente en la locura y en la irracionalidad de sus acciones. El loco se deja llevar entonces a discursos sobre la moralidad y otras banales reflexiones sociales destinadas de alguna manera a "humanizarlo", expresando conceptos pseudointelectuales que en tal contexto parecen bastante fuera de lugar.
El punto fuerte de la película, como era de esperar, está en las escenas de tortura, extremas, excesivas y también bien realizadas. En una pequeña habitación oscura y podrida, bajo el ojo vigilante de la cámara, se perpetran atrocidades de todo tipo: violaciones, necrofilia, pis, desmembramientos y más. El defecto de la película es que las violencias se muestran una y otra vez durante toda su duración, es decir, 1 hora y 40 minutos, un lapso de tiempo decididamente demasiado largo que provoca inevitables bostezos con la consiguiente pérdida del efecto de choque; una duración más corta habría "aligerado" la visión, haciéndola también más digestiva.
No la recomiendo, sin embargo, a quienes no están particularmente acostumbrados al género, y de todos modos, si realmente quieres verla, hazlo en ayunas.