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Roberto Giacomelli
•El estadounidense Christopher regresa a Japón después de muchos años de exilio para reencontrarse con su amada Komomo, una prostituta a la que le había prometido amor eterno. Komomo, sin embargo, está muerta y será otra prostituta, con el rostro horriblemente desfigurado, con quien Christopher ha elegido entretenerse, quien contará su historia.
"Masters of Horror" es un singular proyecto nacido de la mente de Mick Garris, un director conocido en el ámbito del horror especialmente por las adaptaciones de las novelas de Stephen King. Garris pensó en reunir a los directores más representativos del cine de terror en un proyecto destinado al cable Showtime y al home video, el resultado es "Masters of Horror", una serie de 13 mediometrajes de 60 minutos cada uno, cada uno dirigido por un gran nombre del cine de género; cada episodio tiene un presupuesto de 1,8 millones de dólares, la ubicación fija en la ciudad canadiense de Vancouver y se concedió la máxima libertad creativa a cada director. Los nombres involucrados en el proyecto son: Don Coscarelli, Tobe Hooper, Dario Argento, Lucky McKee, Stuart Gordon, Joe Dante, John McNaughton, Larry Cohen, Takashi Miike, John Carpenter, William Malone, John Landis y el mismo Mick Garris.
Basado en el relato "Bokkee Kyoutee" de la escritora Shimako Iwai (que también actúa en la película), "Imprint" es el decimotercer y último episodio de la primera temporada de "Masters of Horror", así como el más controvertido. De hecho, el trabajo firmado por Takashi Miike en EE.UU. ha tenido algunos problemas para su transmisión y, a pesar de que la operación "Masters of Horror" se había propuesto el deber de dejar la máxima libertad creativa a los autores y no realizar censuras, el episodio dirigido por Miike es el único que no ha encontrado visibilidad en el cable Showtime, para el cual "Masters of Horror" fue producido. Pero, ¿por qué "Imprint" asustó tanto a los de Showtime y a la mente detrás de todo el proyecto, Mick Garris? Simple: "Imprint" es un puñetazo en el estómago, punto.
La espléndida fotografía de Toyomichi Kurita, los sugerentes decorados naturales de una tierra casi de cuento de hadas, la etérea belleza de las prostitutas que abarrotan el burdel donde transcurre la película, todos estos elementos, tan delicados y suaves, sirven de antítesis al horror que se esconde tras cualquier esquina. Un horror físico, carnal, avalado por el sufrimiento humano. Los fetos que, arrancados de los úteros de las parturientas, son arrojados al río; las violencias y la violación de la que era víctima la prostituta desfigurada cuando solo era una niña; el terrible e indescriptible tormento al que es sometida Komomo por haber robado una joya; la maldad del ánimo humano que se materializa en forma de obscenas protuberancias estridentes no muy lejos de los horrores mutantes de un Cronenberg de antaño. "Imprint" es todo esto: es poesía pero también es horror, un horror nunca sugerido, sino servido al espectador en la proverbial bandeja de plata.
El tema central de todo el mediometraje es la búsqueda de la verdad, que impulsa al protagonista a querer saber cualquier cosa que pueda proporcionarle un mínimo de esperanza de poder volver a abrazar a su amada, una verdad que, sin embargo, se transformará en una mirada introspectiva sobre la violencia perpetrada y las culpas más ocultas. El final, deliberadamente ambiguo y contradictorio, deja al espectador con una sensación de desorientación, ahora característica de tantas obras del director japonés.
En el papel del protagonista Christopher encontramos a un excelente - y perfecto para el papel - Billy Drago ("Los Intocables"; "Las Colinas Tienen Ojos"), ahora perfectamente integrado en el mundo de los actores de películas de terror. La dirección de Miike es, como de costumbre, impecable y en este caso, más que en otros, muy inspirada.
En conclusión, "Imprint" se presenta como uno de los episodios más bellos y logrados de la primera temporada de "Masters of Horror", capaz de fascinar pero también de disgustar al espectador, sometido a un verdadero desafío psicológico. Imperdible.