RG
Roberto Giacomelli
•Eva es una mujer de unos cuarenta años que tiene frecuentes pesadillas y recuerdos de un pasado reciente trágico. Su primer hijo, Kevin, siempre le ha dado problemas: recién nacido no dejaba de llorar, en los primeros años de vida no quería decir una palabra, y con el paso de los años se volvía cada vez más desobediente y "malvado", como si hubiera tomado realmente a su madre como objetivo. Muchos problemas en la familia, incluyendo un grave accidente de su hermanita del cual Kevin podría haber sido responsable. Hasta que un día llega la triste noticia: mientras Eva está en el trabajo, se entera por una compañera que en la escuela a la que va Kevin ha ocurrido una masacre, un estudiante armado con un arco y flechas ha cometido una matanza.
Un amasijo de cuerpos vistos desde arriba, enredados y sucios de una sustancia roja que a primera vista parecería sangre pero que descubrimos rápidamente es tomate. Un ritual folclórico de una localidad no bien precisada, una fiesta, en la que descubrimos que está Eva, protagonista de la película, chapoteando feliz en un río púrpura. Un inicio anómalo el de "...Y ahora hablemos de Kevin", visual y emocionalmente muy fuerte y de un valor simbólico indiscutible: Eva parece destinada a hundirse en la sangre, presagio y a la vez recuerdo de una tragedia anunciada. Y la sangre, o cosas que la recuerdan fuertemente, es un poco el leitmotiv que acompaña toda la película, como si Eva estuviera ahora marcada, sucia de líquido rojo y por lo tanto destinada a rascarlo de las paredes de la casa, del parabrisas de su auto y de muchos otros lugares que representan la cotidianidad. Y es precisamente la vida de todos los días el territorio de acción de la protagonista, escritora de aventuras y de lugares exóticos, atrapada en una vida ordinaria que claramente no le pertenece y no acepta "a causa" de un hijo probablemente no planeado. Kevin irrumpe en la vida de Eva y la trastorna tanto que cataliza sobre sí mismo no solo las atenciones sino también las frustraciones de la mujer. Y aquí llega el punto focal sobre el cual reflexiona el personaje principal, la directora Lynne Ramsay y la autora del libro en el que se basa la película Lionel Shriver. ¿Eva es responsable o no de lo que su hijo hará a la víspera de sus dieciséis años? La mujer se cuestiona este tema, escarba en la memoria, analiza cada paso de la vida de Kevin hasta el momento crucial en busca de una pista, una motivación para la formación de un "monstruo".
"...Y ahora hablemos de Kevin" no es una película fácil. Lynne Ramsay, que en el pasado ya había abordado una historia dramática con "Rattraper", elige el camino más complejo para contar una historia de doble alienación, la de la madre y la del hijo, buscando entender las motivaciones de las masacres que a menudo llenan las páginas de los crímenes. Como debe ser, la directora, así como la autora del libro en el que se basa "...Y ahora hablemos de Kevin", no encuentra esa motivación y en el momento en que la madre le pregunta a su hijo el porqué de ese absurdo gesto, él la mira confundido y le dice que una vez sabía cuál era ese porqué, solo que ahora ya no está seguro. La falta de una verdadera motivación, la naturaleza banal del mal, la más realista y absurda.
Sin embargo, la Ramsay, que tiene una mano firme y muy formal en la dirección, se divierte contándonos a Kevin con un monstruo tan cargado de aspectos negativos desde muy pequeño que lo hace paradójicamente poco realista. Frente al Kevin aquí contado, incluso el pequeño Damien de la saga "Presagio" palidecería, una maldad y una "estupidez" llevadas a niveles máximos que casi chocan con el tono demasiado autoral de la película.
Los actores son buenos todos, desde el padre ausente John C. Reilly hasta el Kevin adolescente Ezra Miller, pero ella, Tilda Swinton, está una cabeza por encima de todos. Probablemente nos encontramos ante la mejor interpretación de la actriz en cuestión, tan física, sufrida, participativa que resulta prácticamente perfecta. Uno de esos casos en los que el actor hace realmente la película.
Interesante el uso de la banda sonora, que utiliza a propósito "Everyday" de Buddy Holly y "Last Christmas" de los Wham con tal irresponsabilidad que resulta una elección acertada. Escenografías demasiado ordinarias y puesta en escena modesta nos hacen parecer "...Y ahora hablemos de Kevin" una película mucho más pobre de lo que realmente es, pero probablemente todo forma parte del plan general de tendencia al aniquilamiento del personaje y del mundo en el que vive.
Cierto, la película dura un poco demasiado para lo que tiene que contar (casi 2 horas) y a menudo se percibe un cierto arrastre narrativo hecho de repeticiones y silencios, seguramente evitable con una mayor atención en el montaje. La Ramsay juega a hacer la película de autor pero es evidente que no todo le juega a favor; al final tenemos un fascinante híbrido entre el filón de los niños malvados y el de las masacres estilo Columbine que se posiciona en ese limbo que recoge las películas de género "con pretensiones". Y al final de la visión, una escena resonará en la mente del espectador: Eva, cansada de los gritos ensordecedores del Kevin recién nacido, se queda con el cochecito parado en la carretera cerca de un obrero que usa un martillo neumático. Desgarrador.