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Massimiliano Marongiu
•En el puerto de Nueva York llega una pequeña embarcación sin tripulación. El barco pertenecía al padre de una joven llamada Ann Bowles (Tisa Farrow) que decide dirigirse a la isla de Matul, ubicada en las Antillas, en busca de su padre desaparecido. Junto a ella parten el periodista Peter West (Ian McCulloch) y una pareja de oceanógrafos formada por Brian Hull (Al Cliver) y Susan Barret (Auretta Gay). En la misma isla, donde se encuentran el doctor Menard (Richard Johnson) y su esposa Paola (Olga Karlatos), los cadáveres resucitan y atacan a los vivos...
Con "Zombi 2", Lucio Fulci se adentra por primera vez en los territorios del horror, el género que más lo identifica y al que debe su fama. Gracias a esta asociación (en verdad muy reductiva vistas todas las temáticas abordadas por él en más de 50 películas) se le otorgarán apelativos importantes como "godfather of gore" y "poète du macabre".
El acercamiento de Fulci al género que lo haría famoso fue bastante casual. "Zombi 2", en el papel un simple medio para ganar dinero realizando una falsa secuela de "Zombi" de Romero, fue primero propuesto a Joe D'Amato y Enzo G. Castellari. Vista la indisponibilidad de los dos, se mencionó entonces el nombre de Fulci, en ese momento caído en el olvido y reciclado como director de algunos programas de televisión que tenían como protagonista a un Franco Franchi a fin de carrera.
Gracias a Fulci, lo que habría sido el típico exploitation banal nacido sobre la ola de una película famosa, se convirtió en uno de los más exitosos zombie-movies de la historia del cine, además de un éxito comercial clamoroso: costó apenas 410 millones de liras y ganó en todo el mundo bien 30 millones de dólares, y según muchas fuentes, en ciertos países ¡incluso más que la película de Romero!
Entre "Zombi" y "Zombi 2", es importante señalar que las similitudes solo se encuentran en el título y en la presencia de los muertos vivientes. Una virtud de Fulci era sin duda la de realizar obras originales y personales a pesar de moverse dentro de lógicas comerciales y seguir pistas cinematográficas ya marcadas por otros antes que él. Esta virtud apreciable lo acompañó desde sus inicios en el cine, donde si giraba un western intentaba realizarlo de manera diferente a los de Leone, y si hacía un thriller intentaba por todos los medios no ser asimilable al rival Argento. En cuanto a "Zombi 2", el director romano solía decir que su película era un verdadero film de zombis y no un film de carácter sociológico como la obra romeriana, en la que el muerto viviente era el emblema de la nueva sociedad que devoraba a la antigua. Otro carácter original de la película es el haber devuelto la figura del zombi a su núcleo originario: el clásico vudú.
Además de ser una película abiertamente aventurera y sin metáforas político-sociales, otra diferencia de la obra fulciana se encuentra en la caracterización de los verdaderos protagonistas: los zombis. Mientras que los del film de Romero resultan muy similares a los vivos en el aspecto físico y en el vestuario, los zombis de Fulci están maquillados de manera que parecen cadáveres en los que la putrefacción ya está en acto y cuyos vestidos son simples harapos, para marcar más la diferencia con los vivos. Su realización, confiada al gran Giannetto De Rossi, es una de las mejores cosas de la película y resulta incluso más sugestiva que la del más prestigioso título USA. De Rossi también se encarga de los extraordinarios efectos gore, estos aún más impactantes que los, sin embargo siempre notables, de la contraparte de ultramar.
Entre las escenas splatter es imposible no citar la famosísima, de verdadera antología del horror, del ojo perforado de Olga Karlatos: una escena realizada de manera óptima desde el punto de vista de los efectos especiales y desde el punto de vista de la dirección, con un notable sentido de fluidez. Otra escena famosa, aunque discutible, es la del combate entre el tiburón y el muerto viviente en las profundidades marinas. La secuencia es sin duda efectiva y tiene el mérito de presentar la figura del zombi en un ambiente inédito como el acuático (una intuición que será luego explotada a fondo por el director estadounidense Ken Wiederhorn para su "El ojo en el triángulo"). Todo esto no fue sin embargo filmado por Fulci, sino insertado posteriormente por voluntad del productor para aprovechar el éxito de "Tiburón" de Spielberg y a filmar fue Giannetto De Rossi.
Respecto a los actores, aunque no de nivel excelso, su interpretación es perfectamente funcional a la historia, también porque siendo los zombis en definitiva las verdaderas estrellas, la caracterización psicológica de los humanos es reducida al mínimo. Los únicos personajes con cierta profundidad son confiados a los mejores actores, es decir, Olga Karlatos, llamada a interpretar a la desafortunada esposa del Dr. Menard, y Richard Johnson que interpreta a David Menard, un hombre incapaz de rendirse a lo inconcebible y esclavo de visiones racionales preconcebidas e inconclusas, que hasta el final no comprende que los cadáveres resucitan no por motivos científicos sino por el vudú: un "racionalista obtuso" típico de las películas fulcianas.
Interesante anécdota concierne a la escena filmada cerca del puente de Brooklyn: de hecho no se había dado (mejor... no se había pedido) la autorización para filmar, por lo que el ingenio de Fulci ideó un ardid digno de su fama: hizo pasar delante de la cámara a los extras vestidos a la buena, con harapos y maquillaje improvisado, al amanecer para no ser interceptados por las autoridades: inmediatamente después del carrusel, los figurantes eran cargados apresuradamente en un furgón para que nadie se diera cuenta de su presencia...
"Zombi 2" es en definitiva una pequeña película, pero está muy bien filmada y tiene una personalidad muy fuerte; a prueba de sus cualidades basta citar todos los problemas dados al pobre Romero que tuvo que retrasar el estreno de su "El día de los muertos" precisamente a causa de la película italiana.
Es una película con características que recuerdan mucho las cualidades de Fulci: un pequeño artesano que sin embargo, cuando las musas le sonreían, levantaba la cabeza y era capaz de dar puntos incluso a los grandes maestros.