GG
Giuliano Giacomelli
•En Noruega en el año 708 d.C., en medio de las guerras vikingas entre la legión de Rotghar y la de Gunnar, una nave espacial se estrella debido a una avería. El único superviviente de la tripulación parece ser Kainan, quien, en un estado de confusión y desorientación, será hecho prisionero por el ejército de Rotghar. Pero Kainan no ha sido el único superviviente del aterrizaje, ha traído consigo un Moorwen, un enorme monstruo espacial que comienza a sembrar pánico y muerte en su camino. Kainan no tardará en unir sus fuerzas con las del rey Rotghar y su ejército con el fin de eliminar a la peligrosa criatura.
Un fracaso. No habría otras palabras para definir mejor esta idiotez dirigida por Howard McCain, este pastelón pseudo-científico (o pseudo-histórico, según la perspectiva con la que se enmarque la película) que no hace más que robar aquí y allá de películas más o menos famosas, más o menos recientes. Como resultado tenemos una película que huele terriblemente a ya visto desde los créditos iniciales, una historia nueva pero capaz de avanzar gracias a secuencias ya narradas, el déjà vu es continuo. Sí, porque la idea "genial" en la base de la película era la de generar una extraña mezcla entre dos géneros perfectamente opuestos: la película histórica y la película de ciencia ficción. Una buena idea, cierto, pena solo que sea una idea vieja como el cine y que por lo tanto "Outlander" no es ni la primera película en hacer de esta combinación su principal caballo de batalla, ni la última.
En su construcción narrativa, además de por su temática central (es decir, un pasado que encuentra un futuro con la consiguiente anulación del presente), la película de McCain aparece fuertemente deudora tanto de "Timeline" de Donner como de "El Ejército de las Tinieblas" de Raimi. Pena solo que el relato no sea ni de lejos comparable (en términos de calidad) ni a una ni a la otra película. También en "Outlander" hay el típico héroe solitario que viene de un futuro impreciso (¿o de un presente paralelo?) y que no tardará en ser hecho prisionero una vez llegado a "tierra extraña" pero para luego convertirse en "el héroe" al frente del ejército del rey y destinado a eliminar la amenaza. Los clichés del género están todos, no falta ni uno, y los lugares comunes así como las banalidades se desperdician: la hija del rey (ya prometida) que se enamora del "extranjero", el niño tímido y taciturno que aprenderá a reaccionar gracias al "extranjero", todo el reino del rey Rotghar comenzará pronto a confiar y animar al "extranjero" olvidando que no saben nada sobre su identidad (podría ser perfectamente un impostor, considerando también que la historia que cuenta no tiene pie ni cabeza) y que ha sido precisamente él quien ha traído al reino un monstruo maléfico listo para devorar a quien se ponga a tiro. Pero no son solo las banalidades las que hacen poco apetecible el producto, sino las enormes ingenuidades que pesan sobre gran parte de la película y sobre las cuales es difícil cerrar un ojo: suscita hilaridad, de hecho, notar con qué simplicidad y rapidez Kainan cambia su estatus de prisionero al de héroe que debe salvar el reino; así como suscita hilaridad ver cómo el sucesor del rey Rotghar, Wulfric, a pesar de su estatus no goza de ninguna autoridad, dejándose dar órdenes incluso por el extranjero. Todas cosas inaceptables e inconcebibles en una sociedad como la vikinga, una sociedad que siempre se ha regido por el honor y por valores jerárquicos férreos.
Se ha entendido que la historia, así como la construcción del guión, presenta más de algún fallo. Poco importa, no todo está perdido y el destino de la película no está aún echado: podemos esperar aún algunas escenas suficientemente espectaculares, un buen monstruo capaz de captar al mejor la atención del espectador y un aspecto técnico de buen nivel.
En cambio, nada que hacer, una vez desenredado el ovillo nos damos cuenta de que no hay nada que salvar. El ritmo es lento (otra culpa que imputar al guión), por lo que a menudo se cae en el aburrimiento, y también la espectacularidad está reducida al mínimo sindical a causa de tantos elementos que convergen: poca atención en el aspecto escenográfico, la dirección alterna de manera muy discontinua momentos planos (Howard McCain viene del mundo de la televisión, y se nota) a otros demasiado virtuosos, se respira un ambiente a veces televisivo (en algunos momentos se tiene la sensación de visionar un serial tv similar a "Hércules") y los efectos especiales, nunca como esta vez, son realmente poco especiales. El monstruo, el feroz Moorwen, pasa de ser un elemento de fuerza a la debilidad más eclatante de la película a causa de un diseño realmente decepcionante y de un uso masivo de una gráfica por ordenador particularmente tosca y primitiva. Si el Moorwen puede resultar lejanamente interesante durante los ataques nocturnos gracias a sus propiedades fosforescentes, no lo es cuando está a la luz porque demasiado anónimo e insignificante.
En los papeles del protagonista espacial encontramos a un inexpresivo Jim Caviezel que parece desenvolverse en el set con dificultad, como si fuera su primera experiencia actoral, y que no hace más que pronunciar banalidades y expresarse con frases hechas; entre los demás: Sophia Myles ("Underworld: Evolution", "La verdadera historia de Jack el Destripador"), John Hurt ("Hellboy", "V de Vendetta") y en un pequeño papel Ron Perlman ("Hellboy", "Blade 2").
"Outlander – El Último Vikingo" es una película de entretenimiento que no logra entretener, que, a pesar de la irracionalidad de la historia, se toma excesivamente en serio y es capaz incluso de resultar sórdida a pesar de que el presupuesto no fuera bajo.
Una película que será olvidada rápidamente.