A 47 METROS

Lisa y Kate son dos hermanas que llegaron a México para disfrutar de unas vacaciones de relax, diversión y contacto con una naturaleza intacta y desconocida para ellas, y también para distraerse de las decepciones de la vida cotidiana, como en el caso de Lisa, que acaba de ser dejada por su novio. Durante una noche en un local nocturno, las jóvenes conocen a dos chicos que les proponen una experiencia adrenalinica: ir al mar abierto y sumergirse en una jaula a decenas de metros de profundidad con muchos tiburones blancos alrededor. Kate, la más extrovertida y emprendedora de las dos, acepta inmediatamente y así las protagonistas se encuentran a la mañana siguiente en el barco de los chicos, pero aún ignorantes del hecho de que sus vacaciones están a punto de convertirse en la peor de las pesadillas. Debido a un problema técnico, la jaula se desprende del brazo mecánico y se hunde a 47 metros de profundidad, y Lisa y Kate tendrán que enfrentarse a una manada de tiburones hambrientos y una carrera contra el tiempo. El género de las películas de tiburones ha tenido desde sus orígenes un enorme éxito, al que, sin embargo, a lo largo de los años ha seguido un declive fisiológico de interés y calidad media de los títulos propuestos, debido también a la extraña y compleja parábola estilística y productiva que la ha visto protagonista. Nacido en 1975 de la mente de un gran director como Steven Spielberg (¿cómo olvidar su culto "Tiburón"), el subgénero con protagonistas los enormes monstruos marinos abandonó pronto la fase autoral para vivir primero un largo período de serialidad, con todos los pros y los contras de tal enfoque puramente comercial, y luego tomar un giro decididamente basura con la Asylum y sus tornados de tiburón y enormes robots. En resumen, una parábola descendente inexorable para un género que está recuperando su dignidad solo en los últimos años gracias a algunas películas de buena factura como "Open Water" de Chris Kentis y "Paradise Beach" de J. Collet-Serra, a las que ahora se suma también este "47 metros" de Johannes Roberts. El director inglés, recién salido del buen "The other side of the door", vuelve con un thriller acuático más que logrado, muy tenso, bien rodado y acompañado de un guión cuidado y coherente. La gran intuición de Roberts es darse cuenta de que para revivir un género ahora monótono y aplanado hay que quitarle la centralidad a los tiburones, hasta ahora dueños indiscutibles de este tipo de películas, y poner en pie una historia que se moviera en varios planos tanto desde el punto de vista estilístico como narrativo. "47 metros", de hecho, presenta un argumento muy variado en el que los peligros para las dos desafortunadas hermanas no están representados solo por la manada habitual de tiburones, sino también y sobre todo por todos los demás inconvenientes derivados de una situación tan extrema, en particular la duración de las botellas de oxígeno, de donde surge una carrera contra el tiempo emocionante y llena de suspense. Pero la película de Roberts no es solo entretenimiento y una sucesión de escenas de miedo, porque también encontramos un cuidado particular por la descripción psicológica de las dos protagonistas, cuya relación controvertida, pero igualmente afectuosa, está bien delineada y hecha funcional a los fines del desarrollo narrativo. Muy positivas las pruebas de un reparto que cuenta con la presencia de Mandy Moore y Claire Holt, respectivamente en los papeles de Lisa y Kate, Yani Gellmane, Santiago Segura y el veterano Matthew Modine. En resumen, esta vez Roberts ha dado en el clavo con un producto de ritmo rápido y absolutamente recomendado para quienes quieran pasar una velada bajo el signo del miedo y el sentimiento de asedio. Un éxito, no por casualidad, ocurrido bajo el ala protectora del productor ejecutivo Alexander Aja.